Número 7 – 2020
Genealogías de los dispositivos inmersivos
Los panoramas de rotonda decimonónicos
Genealogies of immersive media.
XIX century’s rotunda panoramas.
Paula Bruno
Resumen
En un amplio arco temporal que incluye las imágenes del espacio, los panoramas de rotonda decimonónicos constituyen un punto de inflexión ya que se presentan como uno de los orígenes de los medios inmersivos. El presente trabajo buscará analizar las características de los panoramas como dispositivos, en tanto operan en el cuerpo y la mirada de los observadores desde múltiples maneras para modelar una subjetividad. Los panoramas permiten acceder a una aparente mirada total desde un punto de vista central, al tiempo que encierran esa mirada en la arquitectura de rotonda. Son un medio espacial, imagen pictórica y lugar para el espectáculo, que configuran un modo de ver característico de la modernidad. Los panoramas fueron un espectáculo nacido en Europa pero que prontamente circuló en las ciudades americanas, como Buenos Aires y otras del territorio argentino. Esto demuestra la temprana presencia de una mirada panorámica en la órbita sudamericana.
(*) (Publicado originalmente en: Imágenes, cuerpos, dispositivos. Marina Gutiérrez De Angelis Paula Bruno Greta Winckler Maria Paz Matia Agustina Mesia Crawley Maria Florencia Strano, Sans Soleil Ediciones, 2019.
Abstract
Abstract
During the wide span of time that includes images of space, the XIX century rotunda panoramas are a turning point given that they are presented as one of the origins of immersive media. This work intends to analyze the characteristics of panoramas as devices, because they operate on the observers’ body and gaze on multiple ways to shape subjectivity. Panoramas allow access to an apparently global view from a central position, and at the same time they confine the observer in the circular architecture. They are a spatial medium -pictorial image and a place for spectacle- that create a gaze characteristic of modernity. Panoramas were a spectacle born in Europe but it immediately circulated over Latin American cities such as Buenos Aires. This demonstrates the early presence of a panoramic gaze along the Southamerican region.
Artículo
Paula Bruno
Fecha: Abril 2020
Cómo citar este artículo:
Bruno, Paula. “Genealogías de los dispositivos inmersivos: los panoramas de rotonda decimonónicos.”, e-imagen Revista 2.0, Nº 7, Sans Soleil Ediciones, España-Argentina, 2020, ISSN 2362-4981
Panoramas
Actualmente los diversos formatos de producciones en realidad virtual son casos de ambientes inmersivos, pero estas experiencias mediales comenzaron mucho tiempo atrás. La historia occidental de estos artefactos desde las imágenes de ilusión de espacio se observa ya en la pintura en casas de la antigua Roma, se desarrolla durante el siglo XV con la perspectiva renacentista italiana, pasando por la pintura de techos barroca, pero el panorama introduce una nueva forma de imagen del espacio. El recorrido se extiende hasta los ambientes de realidad virtual que comienzan ya desde los años setenta del siglo XX. En este amplio arco temporal de imágenes de ilusión e inmersión (Grau, 2003) nos enfocaremos en el panorama como el medio inaugural de los dispositivos inmersivos. Hacia fines del siglo XVIII la invención y la difusión del panorama, una rotonda circular en 360o con imágenes de vistas urbanas o escenas de batallas, inauguró un nuevo medio que involucraba tanto la mirada como la disposición corporal. Estos medios consisten en arquitecturas circulares (prácticamente cerradas) donde los
espectadores, al entrar, quedan envueltos por las imágenes panorámicas que cubren el interior del edificio. De esta manera, las imágenes cerradas, abarcan todo el campo visual del observador. “Panorama” es una palabra creada a fines del siglo XVIII a partir de dos raíces griegas: pan (todo) y horama (vista), para designar una forma específica de pintura de paisaje que reproducía una vista en 360o, el irlandés Robert Barker la patentó en 1787 en Londres. El uso de la palabra “panorama” denotaba una vista circular continua de una imagen colgada en las paredes de una rotonda circular, especialmente construida con este fin. La imagen observada refería a una visión general (desde un punto elevado) de una vista urbana, de batallas, o lugares exóticos, pero el principal objetivo del panorama apuntaba a sugerir sensaciones de realidad, la ilusión de que el observador se encontraba efectivamente en el espacio figurado. En su momento, la rotonda del panorama representó el más alto nivel de desarrollo de las formas de ilusión y poder sugestivo de una variedad que utilizaba los métodos tradicionales en pintura pero incluía otros conocimientos técnicos.
Imágenes y medios técnicos para los panoramas
El panorama se apoya en la tradición renacentista de la proyección perspectiva como una idea de espacio medible ligado a un observador (y, sobre todo, a su posición). Robert Fulton (Figura 2) visualiza en un esquema esta tecnología cultural que se incorpora en el panorama. Pero la perspectiva a su vez está apoyada en medios técnicos que facilitan esta forma de producción de imágenes del espacio. La camera obscura, proveniente de las experimentaciones y los conocimientos de la óptica ya desde el siglo XVI, es empleada como artefacto para la visualización y producción de imágenes. La cámara oscura consistía en una caja completamente cerrada a excepción de un orificio, donde se colocaba un lente y se proyectaba la luz del exterior de forma invertida. La reflexión inversa de los rayos lumínicos en la pantalla de proyección era tomada como una analogía al funcionamiento del ojo y fue utilizada antiguamente como ayuda para el dibujo. La imagen entonces, proyectada sobre papel u otro soporte, podía servir de pauta para dibujar sobre ella. En el siglo XVIII se desplegaron las imágenes de paisajes con la ayuda de la camera obscura: las vedute de Canaletto marcaron un punto de inflexión con respecto al género de paisaje, con un interés hacia una mayor precisión de las vistas urbanas venecianas.
Esto ocurre al mismo tiempo que, en las academias, se fueron consolidando las ciencias de la Tierra como disciplinas modernas, con la consiguiente necesidad de emplear imágenes más exactas para un conocimiento preciso del terreno. Para producir dibujos topográficos en ese entonces se utilizaban también la camera obscura o el lente Claude (Oettermann 1998, 33). Es decir, no existían límites disciplinares entre las imágenes topográficas y las artísticas; en ambos casos se trataba de imágenes técnicas que podían estar más orientadas a cumplir propósitos científicos o propósitos estéticos. Si bien es conocido el nombre de Robert Barker como el padre del panorama, también debemos considerar las búsquedas de científicos por producir vistas topográficas amplias de los territorios explorados. Es llamativo el caso de Horace-Benedict de Saussure (1740- 1799), quien exploró los Alpes con un interés científico. En su trabajo geognóstico (como se conocía en ese entonces el estudio de las ciencias de la Tierra) titulado Voyage dans les Alpes [Viaje a través de los Alpes] sintetizó su postura: “se debe partir de caminos transitados y subir a las alturas desde donde el ojo pueda ver muchos objetos a la vez” (en Oettermann 1998, 34). En su Vista circular de montañas (Figura 3) se aprecia este interés por captar múltiples vistas del terreno desde un único punto.
Arriba: Fig. 1. C. V. Nielsen, Plataforma de visión con espectadores y de talle de la vista panorámica de Constantinopla de Jules Arsène Garnier (1847-1889), exhibida en Copenhague, c. 1882. Grabado. Publicado en Illustreret Tidendet, vol. 24, n° 1205, 29 de octubre de 1882, p. 55, Copenhague, Det Kongelige Bibliotek.
Derecha: Fig. 2. Robert Fulton (1765-1815), Planta y corte de panorama con plataforma de observación. Descriptive explicative du Panorama ou Tableau circulaire et sans borne ou manière de dessiner, peindre et exhiber un tableau circulaire, 26 de abril 1799, 48,5 x 33 cm. Institut National de la Propriété Industrielle, Paris.
Este grabado nos permite pensar en una segunda acepción de la imagen técnica, que implica a la imagen no como una ilustración de propuestas científicas sino como un medio activo, una herramienta en el proceso de pensamiento científico (Bredekamp et al. 2015, 1). Los panoramas decimonónicos presentan imágenes del espacio siguiendo las perspectivas múltiples y una línea de horizonte. Se construían mediante la sumatoria de imágenes de vistas urbanas: lo que las unía como una misma imagen era el horizonte que atravesaba perimetralmente la rotonda en 360o. A diferencia de las imágenes urbanas y paisajes previos, en el panorama aparece la sucesión de vistas de un territorio desde un mismo punto de vista. Para abarcar la mayor cantidad de información visual posible, se buscaba realizar las imágenes panorámicas desde lo alto de alguna construcción o desde una altura de montaña. A su vez, la imagen panorámica debía dar una ilusión de profundidad espacial, que se alcanzaba mediante las perspectivas múltiples que se yuxtaponían una al lado de la otra (Figura 4). Debido a las extraordinarias dimensiones de estas pinturas circulares, la producción de los panoramas se llevaba adelante con un gran equipo de técnicos, pintores y especialistas que colaboraban a lo largo de un año en la elaboración de éstos.
Izquierda: Fig. 3. Horace-Benedict de Saussure, Vue circulaire des montagnes, 1776. Zentral Bibliothek, Zurich.| Abajo: Fig. 4. Robert Barker, Panorama of Edinburgh from Calton Hill, 1789-1790. Edinburgh University
Library.
La experiencia medial en el panorama
El panorama funcionaba como un medio inmersivo. Se buscaba que el observador olvidara por momentos que se encontraba en esa rotonda y se sumergiera en la visión total de ese lugar otro. Puede decirse que el panorama (su funcionamiento, su uso y su aceptación social como divertimento) se basa en la premisa de cierta transparencia del medio donde encarna dicha imagen de la vista urbana. Hay un olvido de la opacidad del espacio donde se desarrolla la mirada, un olvido del cuerpo. Este efecto sugestivo era intencionado, un resultado precalculado de la aplicación del conocimiento tecnológico, fisiológico y psicológico (Oettermann 1997, 5). Las innovaciones técnicas se encuentran así al servicio de una eliminación de la opacidad del medio a fin de que el observador olvide temporalmente dónde se encuentra. En los medios inmersivos el espacio de la imagen se fusiona con el espacio del observador, de manera que éste se encuentra inmerso como elemento vivo en la obra. En este sentido, Horst Bredekamp los considera como un caso extendido del acto de imagen esquemático, aquel que engloba las formas de vida de la imagen (Bredekamp 2017, 89). Aquí encontramos una clave para pensar la fascinación que generaba el panorama en ese entonces.
Este nuevo dispositivo del siglo XIX establece una gran innovación con respecto a los medios escénicos e imágenes de épocas anteriores: la experiencia inmersiva. Y es dicha experiencia que se posiciona como crucial en la conformación de la cultura visual decimonónica porque los panoramas eran, siguiendo a J. Crary, “puntos de intersección en los que los discursos filosóficos, científicos y estéticos se solapan con técnicas mecánicas, requerimientos institucionales y fuerzas socioeconómicas” (Crary 2008, 24). El panorama emerge así como un nuevo dispositivo de la mirada, en los términos de la definición foucaultiana de Giorgio Agamben: “cualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes” (Agamben 2015, 23). El medio tecnológico puesto al servicio de la experiencia inmersiva modela la experiencia de los visitantes. La inmersión propuesta por este nuevo medio se da no sólo con elementos visuales que atañen a los conocimientos ópticos, sino que también nos remite a una noción corporal de la percepción. Especialmente en estos medios de la imagen no podemos dejar de analizar la recepción en su dimensión corporal y espacial.
Modelo mecánico de un Panorama ambulante en la Europa, siglo XIX. Litografía de F. Schlotterbeck y Karl Thienemann.
Los panoramas proponen así una percepción corporal de las imágenes, donde el observador tiene la ilusión de estar presente en la imagen, en un espacio otro. En este trabajo, el foco de análisis de las imágenes de paisajes y vistas urbanas que se visualizaron en los panoramas y otros artefactos decimonónicos no radica en la veracidad de la imagen como documento de las características y modificaciones de la ciudad en una época, donde se daría una relación analógica entre la imagen y su referente externo. Tampoco evaluaremos la evolución de las características técnicas de los medios donde las imágenes encarnaron. El interés de nuestro acercamiento a estos dispositivos está en el lugar de las imágenes. Siguiendo la tesis de que es necesaria una mirada antropológica a las imágenes, Hans Belting propone pensar el cuerpo como lugar de las imágenes: como medio que capta y genera imágenes, el espacio donde las imágenes son animadas y participan de la vida social (Belting 2007, 14).
La imagen surge en la mirada, es ésta la que le da su entidad como tal. Así, la experiencia medial con las imágenes es un ejercicio cultural, las imágenes necesitan que tengamos fe en ellas, una predisposición a mirarlas y animarlas. La innovación técnica en el panorama está puesta al servicio de la ilusión. Y es ésta ilusión la que permite el olvido del medio portador, para vivir temporalmente una fuga del cuerpo. Se suspende el mecanismo humano de distanciamiento de lo observado, hay una sensación de estar atrapado en la imagen. Así se opera un acto de imagen, donde el visitante aparece como elemento vivo en ésta. De una manera desplazada, se toca el profundo problema de que en la obra actúa una energía autónoma, que viene a coincidir con las capacidades humanas (Bredekamp 2017, 90).
Viajes de la mirada y circuitos cosmopolitas
De manera paralela al crecimiento del panorama en Europa y Estados Unidos, también se desarrollaron tipologías cercanas a éste, como los panoramas de dos lados o pleorama, cuya tecnología luego se retomó con el Mareorama de la Exposición de París de 1900, u otros espectáculos de panoramas móviles como los viajes en tren, dentro de los que destaca los Tours de Hale; el georama de 1844, que resurgió con el Gran Globo de 1851-1862, un espacio esférico por donde se entraba desde una escalera central y se observaba en su interior una visión del mapa terrestre, un globo terráqueo visto desde el interior (Oettermann 1998, 60-93). También hubo pansteoramas, modelos de ciudades en relieve, y fotoramas, que eran un medio panorámico con proyecciones fotográficas. Los cicloramas, por su parte, fueron proyecciones anamórficas de vistas de ciudades que en algunos casos eran panoramas de ciudades, se plasmaban en dibujos y grabados y se vendían como folletines. En este caso, la visión no es de un horizonte en 360o sino de una vista cenital, centrada en el punto de vista mencionado (Figura 5). Esta perspectiva vertical entronca con la experiencia del viaje en globo, que también surge hacia fines del siglo XVIII y propone un punto de vista cartográfico sobre la ciudad. En todos estos dispositivos mencionados se articula un interés común: el viaje de la mirada, a paisajes y ciudades lejanas.
La vista panorámica da cuenta entonces de una experiencia inmersiva de viajes ilusorios a partir de técnicas de punta para la época. Esta liberación de la mirada (Oettermann 1997), de un ojo que descubre nuevos horizontes, tiene una contracara: el dispositivo encierra completamente al observador. La arquitectura circular de la rotonda evita los ángulos de los muros para evitar el desplazamiento y evidenciar la materialidad de la imagen. A su vez, los observadores ingresan por debajo y se ubican en una plataforma central, con la única posibilidad de movimiento en su propio eje. Así como la prisión, el panorama se presenta como un complejo de disciplinamiento de los cuerpos según un régimen de visualidad. Pero, a diferencia de ésta, en los dispositivos que nos ocupan se da una inversión del lugar del observador-observado. A la manera del museo, los panoramas y otros espacios públicos surgidos durante el siglo XIX, como las ferias universales, los zoológicos y los parques, colaboraron en el despliegue del complejo expositivo (Bennett 1988) un complejo de disciplinamiento de las conductas, los saberes y las miradas a través de dispositivos institucionales de las ciudades cosmopolitas.
Fig. 5. Karl August Richter, Cyclorama desde Frauenkirche,Dresde. Grabado, 1824. Biblioteca de Nordost, Lüneburg.
En los dispositivos inmersivos que muestran imágenes del espacio ocurre un desplazamiento en la relación entre imagen y lugar. En vez de que los visitemos corporalmente, los lugares vienen a nosotros en imágenes. En los panoramas las ciudades que se presentan en su mayoría son ciudades desconocidas y lejanas para los observadores. La virtualidad de las imágenes se da como heterotopías, lugares que se relacionan de modo antitético o alternativo con espacios del mundo vital (Foucault 1967). Estos espacios otros donde el observador es convocado por las imágenes panorámicas se proponen como viajes de ilusión de la Modernidad decimonónica, entre el Grand Tour dieciochesco y la expansión de la mirada con el viaje turístico durante el siglo XX.
A lo largo del siglo XIX, con estos espectáculos y vistas urbanas se establecieron circuitos cosmopolitas de consumo en un doble sentido: por un lado, las grandes ciudades, como Londres, París, Nueva York, o Berlín, funcionaron como escenarios donde se consumían las imágenes de vistas de paisajes o escenas de batallas, y por otro lado, estas vistas urbanas consumidas también configuraron una cartografía y una mirada particular sobre las ciudades. En un primer momento se consumían las vistas urbanas en los mismos lugares de donde eran originarias, y posteriormente creció el consumo de vistas de lugares lejanos, o imágenes de batallas recientes o históricas. Esta doble óptica de circuitos cosmopolitas de ciudades, como escenarios y como imágenes, se despliega en tensión durante todo el siglo.
Una mirada panorámica de/en Buenos Aires
Buenos Aires también participó de los circuitos cosmopolitas que se configuraron a través de los panoramas y las vistas urbanas. Eduardo Kretschmar realizó en 1838 una vista panorámica de Buenos Aires desde la torre del Cabildo, de la que existe un ejemplar de 1842 en la colección del Banco Nación (Figura 6). Se trata de un grabado de pequeñas dimensiones, que circuló entre las casas de comercio de Gran Bretaña (del Carril y Aguirre Saravia 1982, 85). Si bien este ejemplar no es un panorama en sentido estricto, sí ofrece una mirada panorámica que se estaba configurando ya en las primeras décadas del siglo XIX. Esta vista a vuelo de pájaro de proporciones apaisadas exhibe una imagen cartográfica de la ciudad de Buenos Aires (Malosetti Costa 2010, 35). La yuxtaposición de perspectivas que fugan en la línea del horizonte confluye en el eje central, donde está ubicada la Pirámide de Mayo (por entonces todavía sin la escultura de la República en su tope). A diferencia de la gran mayoría vistas de la ciudad realizadas por los viajeros europeos entre el período colonial y durante el siglo XIX, que tienen el punto de vista desde el Río de la Plata, en el caso de la vista de Kretschmar, la visión se origina en la ciudad hacia el río.
El primer panorama de rotonda llegó a Buenos Aires en 1885. Se sitúa en la plaza del Retiro y presentaba la batalla del 3 de junio de 1849 de Garibaldi en Roma. El empresario que gestionaba el evento era Mauricio Le Tellier. La prensa de la época anunciaba el espectáculo del panorama, anticipaba la experiencia: “se encuentra de repente el visitante en plena luz, sobre una amplia terraza circular, desde la cual domina un paisaje inmenso”, y destacaba el carácter ilusorio de las imágenes: “a medida que más se fija la atención del observador, se hace más real la ilusión” (El Nacional, 17/10/1885). También sabemos que se introdujeron objetos reales entre la tela y el espectador, para aumentar la sensación de estar inmerso en el espacio representado. En 1889 se conoció la presencia del panorama de la batalla de Pleven (1) , realizado por Paul Philippoteaux, destacado artista y panoramista francés. El panorama había sido realizado por encargo del emperador ruso, se estrenó en 1882 en San Petersburgo bajo el título “La batalla de Pleven del 28 de noviembre de 1877” (Angelova 2014, 53) y se exhibió en la Exposición Universal de Barcelona hasta diciembre de 1888 (Figura 5), fecha en que habría viajado a Buenos Aires. La rotonda se erigió en la esquina de Belgrano y Lima, e incorporó luz eléctrica.
Hacia las últimas décadas del siglo XIX era frecuente la presencia de panoramas, cosmoramas, panoramas móviles y espectáculos semejantes en las exposiciones universales, en crecimiento sostenido desde su surgimiento con el Palacio de Cristal de 1851 en Londres. Pero estos emprendimientos, aún siendo comisionados para eventos en las grandes urbes europeas, con una amplia afluencia de público, muchas veces no alcanzaban el rédito económico necesario. El costo de producción era muy elevado, participaban asociaciones de inversores o eran comisionados por los gobiernos nacionales, y posteriormente itineraban por otras ciudades para poder ampliar las ganancias. Una vez que este circuito se agotaba, las partes del lienzo circular eran recortadas y vendidas de forma separadas. En Buenos Aires tenemos dos fragmentos del Panorama de la batalla de Rezonville, realizado por Édouard Detaille y Alphonse de Neuville en 1883 y exhibido en la Exposición Universal de Paris de 1889 (donde ganó el gran premio del jurado al “panorama nacional”). Luego se expuso en Berlín desde 1893 probablemente hasta su deterioro, y luego la gran tela fue cortada en 115 pinturas menores que salieron a la venta en 1896 (Amigo 2010). Las telas que se conservan se encuentran en el Museo Nacional de Bellas Artes (inv. 6355) y el Círculo Militar Argentino.
Una vez asentado el consumo de panoramas provenientes de Europa, se habilitaron las condiciones para que el gobierno nacional comisione una escena histórica local durante la Exposición Internacional del Centenario de la Revolución de mayo en 1910. El Panorama de la Batalla de Maipú fue encargado al destacado artista italiano Giacomo Grosso, quien realizó la tela de 14 x 120 m. en Turín y vino a instalarla en 1910. Este panorama inauguró una breve serie de imágenes panorámicas de escenas nacionales de batallas y vistas que colaboran en la construcción de una imagen nacional. La pintura Buenos Aires a vista de pájaro, realizada por Jean Désiré Dulin en 1915 para la Exposición Internacional Panamá Pacífico en San Francisco también forma parte de esta genealogía de miradas panorámicas. Con dimensiones de 1,46 x 12 m., ingresó en 2016 como donación al Museo Histórico Cornelio de Saavedra (inv. 25148). Se encuentra emparentado con los panoramas no sólo por su formato y tamaño sino también por su ámbito de circulación, las exposiciones universales.</Al año siguiente entra en escena César Augusto Ferrari (1871-1970): si bien ya había participado como ayudante en Turín de la producción del panorama de Maipú y se encontraba en el país desde 1914, fue el responsable de la realización de dos encargosde panoramas por parte de gobiernos municipales.
Fig. 7. Vista exterior del Panorama de la batalla de Pleven (Plewna) en Gran Vía o Rambla Catalunya, Barcelona. Debe haber tenido un aspecto similar ubicado en la plaza del Retiro en Buenos Aires.
El Panorama de Salta se inauguró el 6 de julio de 1916 y contó con la presencia del presidente y funcionarios. La rotonda que lo albergaba fue construida por el arquitecto Gianotti en la esquina de Corrientes y Carlos Pellegrini. También aquí se utilizó el recurso de ubicar objetos entre la tela y el público para aumentar la ilusión de realidad (Amigo 2003, 127). La prensa de la época destaca el éxito en el número de visitantes e informa que se realizaban visitas de niños para que conozcan el paisaje del país (Dujovne y Telesca 1995, 440)
La Compañía Argentina de Tabacos lo adquirió al año siguiente y lo exhibió en la rotonda del Eden Park en Rosario. El panorama de la Batalla de Tucumán fue encargado por el gobierno provincial e inaugurado en San Miguel de Tucumán el 10 de julio de 1916, también con un gran éxito de público. Ya más entrado en el siglo XX, Ferrari recibió un nuevo encargo y realizó el Panorama de Bahía Blanca, abierto en 1928 para conmemorar el centenario de la fundación de la ciudad. Estos panoramas se encuentran perdidos, funcionaron como obras efímeras de las cuales sólo sobreviven algunas huellas en registros fotográficos y anuncios de prensa.
Palabras finales
Los panoramas fueron importantes dispositivos mediales en los que los espectadores de las grandes ciudades en el siglo XIX podían participar de experiencias inmersivas. Apoyándose en las innovaciones técnicas y la tradición pictórica, grandes arquitecturas circulares albergaron una amplia cantidad de público. Se cruzan diversos intereses en estos artefactos complejos: el entretenimiento para diversos sectores sociales, la propaganda por parte de los gobiernos nacionales, y el comercio, ya que había objetivos económicos por las grandes empresas que llevaban adelante la inversión para la producción.
Teniendo en cuenta que los panoramas de rotonda no fueron un episodio aislado en el universo de la cultura visual y los medios decimonónicos sino que, por el contrario, funcionaron acompañados por el consumo de una amplia variedad de dispositivos e inventos semejantes en tanto buscaban también la inmersión en un espacio, podemos afirmar que el consumo de vistas urbanas constituye el desarrollo de una mirada panorámica.
Buenos Aires también tuvo su lugar entre los espectáculos de inmersión y la configuración de una mirada panorámica, que modificó sustancialmente la cultura visual local durante el siglo XIX. Desde épocas tempranas la ciudad se inserta en los circuitos cosmopolitas de consumos de vistas urbanas y para las primeras décadas del siglo XX se suman otras ciudades argentinas. Los panoramas y otros dispositivos familiares acompañan un entramado de medios e imágenes que tuvieron una creciente y destacada afluencia de público, lo que nos permite pensar en los móviles que tenía dicha asistencia. El interés por el estudio de los panoramas no radica sólo en los cambios que introdujo en los medios y la cultura visual del siglo XIX, sino también por la supervivencia en el consumo sostenido de medios inmersivos en la actualidad, principalmente representados por los lentes de realidad virtual en videojuegos, documentales y otras producciones audiovisuales, que continúan un interés en generar para el observador una experiencia específica: la ilusión de encontrarse en un espacio otro.
Notas
(1) En los anuncios de la época se conoce como panorama de Plewna o Plevna.
Bibliografía
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