Número 4 – 2017
El rostro como dispositivo
De la antropometría a la imagen biométrica.
The face as an apparatus
From anthropometry to biometric image.
Marina Gutiérrez De Angelis
Resumen
Al rostro lo ligamos de un modo demasiado natural y familiar con las expresiones de nuestro yo y el de los otros. Pero como señala David Le Breton, las personas no han contemplado su rostro desde siempre ni bajo las mismas condiciones o los mismos temores. Como creación cultural, el rostro tiene una larga historia. Es un espacio ambiguo, anamórfico. Nuestra relación con el rostro es a través de sus imágenes. Espejos, reflejos, fotografías, visones. El sentimiento acerca del rostro merece una genealogía, una cuidada atención puesto que ese sentimiento es producto de una construcción cultural por la cual, a partir de la modernidad, se determina el estatus social otorgado a la persona. El rostro se ofrece por la imagen, nunca es completo sino fragmentario, ambivalente. Diversos medios de la imagen se obstinaron en hacerlos visibles, reconocibles o explorables. La antropometría estableció una nueva relación entre el rostro y el Yo, una nueva medida de lo humano. La fotografía permitió explorar, medir y clasificar las imágenes del rostro y del ser humano. Pero las imágenes de rostros que abordaremos en este artículo son imágenes producidas por técnicas de reconstrucción y reconocimiento facial basadas en datos biométricos y genéticos. Responden a los condicionamientos de un dispositivo de la mirada que captura y determina conductas y discursos. Determinados dispositivos se han impuesto como articulaciones óptico espaciales, pero también epistémicas, políticas e ideológicas, capaces de asumir una concepción específica de la visión y de la posición del sujeto frente al mundo. Si la historia del retrato «da imagen»- en el sentido de Mitchell- a la historia del desarrollo del proceso de individuación del yo, la biometría genética lo disuelve por completo puesto que no es una medida de lo humano sino su negación.
Palabras clave: cultura visual, imagen biométrica, vigilancia, rostro.
Abstract
As a cultural creation, the face has a long history. It is an ambiguous, anamorphic space. Our relationship with the face is through its images. Mirrors, reflections, photographs, visions. Various mediums of the image persisted in making them visible, recognizable or explorable. During the nineteenth century, anthropometry established a new relationship between the face and the Self, a new measure of the human. Photography allowed us to explore, measure and classify the images of the face and of the human being. But the images of faces that we will approach in this article are images produced by techniques of reconstruction and facial recognition based on biometric and genetic data. They respond to the conditioning of an apparatus that captures and determines behaviors and discourses Certain apparatus have imposed themselves as spatial optical articulations, but also epistemic, political and ideological, capable of assuming a specific conception of the vision and position of the subject in front of the world. If the history of the portrait «picture theory» – in the sense of W. J. Mitchell – to the history of the development of the process of individuation of the self, genetic biometrics dissolves it completely since it is not a measure of the human but its negation.
Artículo
Marina Gutiérrez De Angelis
Fecha: Mayo 2017
Cómo citar este artículo:
G. De Angelis, Marina. “El rostro como dispositivo. De la antropometría a la imagen biométrica”, e-imagen Revista 2.0, Nº 4, Sans Soleil Ediciones, España-Argentina, 2017, ISSN 2362-4981
Las técnicas de imagen del rostro
A finales del siglo XIX, Alphonse Bertillon, un empleado de la Prefectura de policía de Paris, inventó el “signalement anthropométrique”, un sistema de reconocimiento de personas fundado en la medición detallada de altura, pies, manos, narices, orejas así como fotografía de frente y de perfil. La combinación de esas medidas constituían una información única que permitía dar con la persona buscada entre millones. Extensos archivos de fotografías y registros permitían a la policía buscar, a través de las imágenes, a sus sospechosos.
Las técnicas de Bertillon plantearon una verdadera transformación de la práctica forense. El medio fotográfico se convirtió en el privilegiado a la hora de analizar las escenas de crímenes y los perfiles de los acusados.
Pero también en el campo científico fue considerado una herramienta fascinante. Por ejemplo, en 1872 el libro de Charles Darwin, La expresión de las emociones en el hombre y en los animales presentaba un detallado estudio ilustrado a través de fotografías sobre el universo gestual humano. La novedosa cámara fotográfica podía congelar y recorrer con sumo cuidado los rostros y sus sutiles movimientos, demostrando que la imagen era un aliado incomparable para desplegar su impulso taxonómico. El propio Bertillon lo puso en práctica cuando comenzó a fotografiar de frente y perfil a los sospechosos y criminales cuyas imágenes pasaron a formar parte de extensos archivos. El desvío del uso de la fotografía para fines de identificación abrió paso a una historia del rostro marcada por la represión y la vigilancia. La fotografía fue la pieza maestra de la antropometría.
Pero la llegada de la fotografía también abrió paso a la era de la democratización del rostro. “La explosión social de retrato fotográfico corresponde a la conjunción de una técnica de uso cada vez más cómodo y el acceso de una población creciente a la conciencia de su singularidad” (Le Breton 2010, 42). A la par de ese proceso, los conflictos sociales durante el siglo XIX provocaron el creciente interés de los Estados por controlar a una población que tomaba las calles. Así como la fotografía personalizó a los sujetos, también fue un vehículo para su control. Nombre e imagen se convirtieron en los dos elementos clave de las fotografías como medio portador indiscutido de la práctica policial (actualmente las redes sociales se configuran como un gran archivo global donde reconocer y controlar a los sujetos). Reconocer los rostros se convirtió en una tarea de estado y la fotografía fue su principal aliada.
En 1878, Alphonse Bertillon desarrolló un sistema antropométrico que se convirtió en la base de los actuales sistemas de control por reconocimiento facial. La idea de Bertillon era simple pero eficaz. Se creaba una ficha del detenido, se lo identificaba a partir de una serie de medidas de su cuerpo y se lo fotografiaba. La fotografía es la pieza clave de la antropometría.
Cuando en 1888 es encomendado en el servicio de fotografía judicial, establece una serie de parámetros básicos para las fotografías de los rostros de los detenidos: Recolección máxima de información – señas particulares, color del cabello, ojos, etc – Ausencia de sentimientos – el individuo no puede sonreír ni demostrar ninguna emoción. Se obtiene un “rictus fisonómico” -como señala el propio Bertillon- una contracción facial que caracteriza la individualidad mejor que cualquier otra expresión (Le Breton 2010, 47)
En 1890 se publicó la obra de Bertillon, La fotografía judicial. Para ese entonces, disponía de noventa mil tomas fotografías de detenidos. Pero no los clasificaba por nombres ni por la singularidad del rostro sino por las medidas que caracterizan al individuo. La palabra del testigo, las luces y sombras de su memoria, ya no condicionan la descripción del sospechoso. Las medidas precisas tomadas a su cuerpo son evidencias indiscutidas. Imagen y palabra se combinan así en la técnica del retrato hablado, donde el testigo da cuenta de los rasgos típicos que sobresalen en el rostro de la persona. Pero si la imagen era una medio ideal para clasificar y medir, ordenar en taxonomías, también lo era para develar en los rostros las virtudes y los defectos morales.
La fotografía es un medio de la imagen. Como tal se encuentra íntimamente ligado al desarrollo de las técnicas de producción de imágenes. El rostro del retrato pictórico ocultaba un rostro mortal con el que estamos obligados a establecer algún tipo de comunicación a través del medio. La mirada frontal fue un elemento clave puesto que daba forma a un “concepto de cuerpo verdadero” que transformó también el “concepto de imagen”(Belting 2007, 156). El retrato no es un documento sino un medio del cuerpo que exhorta al espectador a participar. Es un medio de activar la mirada puesto que es concebido como una exploración y descripción del sujeto. Más tarde, con la fotografía, la analogía entre imagen y cuerpo fue elevada a la categoría de índice del cuerpo, ya que se basaba en la confianza en que la imagen era capaz de representar al cuerpo humano real del ser humano.
Las imágenes de rostros que abordaremos en este artículo no son retratos. Son imágenes producidas por nuevos medios y técnicas de la imagen. Responden a los condicionamiento de nuevos dispositivos de la mirada, dispositivos que se han impuesto como articulaciones óptico espaciales, pero también epistémicas, políticas e ideológicas, capaces de asumir una concepción específica de la visión y de la posición del sujeto frente al mundo.
En ese sentido, es sugerente la recuperación que hace Agamben del concepto griego de oikonomia, su traducción al latín como dispositio en los teólogos y la herencia de estos en los dispositivos que recorren la obra de Foucault, para dar cuenta de un vínculo que los reúne y es el de la remisión a una economía, es decir «a un conjunto de praxis, de saberes, de medidas, de instituciones cuyo fin es el de gestionar, de gobernar, de controlar, de orientar, en un sentido que se pretende útil, los comportamientos, los gestos y los pensamientos de los hombres» (Agamben 2007, 8).
Las imágenes del rostro forman parte de un dispositivo de la mirada donde imagen, huella, semejanza y cuerpo son conceptos a revisar. Como plantea W.J.T Mitchell, una nueva versión del giro pictorial ha tenido lugar en nuestra época, ejemplificada por el proceso de clonación, que se ha convertido en una metáfora potente así como en una realidad biológica con profundas implicaciones éticas y políticas (Mitchell, 2009:20).
El rostro como lugar de la diferencia traduce la unicidad del individuo. Ningún espacio es mas apropiado para demarcar esa singularidad. Pero la historia del rostro, que es también la historia de sus imágenes, como proceso de individuación del yo, se disuelve en la era de la imagen biométrica.
Dar rostro
En los últimos años la cantidad de técnicas que han permitido dar rostro a personas que habitaron en tiempos pasados es sin duda un ejemplo interesante de análisis en lo que respecta al uso de las imágenes, no sólo en el campo forense sino en el de las humanidades. La fascinación por dar un rostro es la fascinación por encontrar una mirada. La búsqueda de estos rostros oscila entre le práctica forense e indicial – basada en las nuevas técnicas de reconstrucción facial- y la evocación de una mirada producida por el medio pictórico. Tanto el retrato que propone una mirada que nos mira, como las obras en las que nos encontramos como voyeurs de una intimidad ajena, sin una mirada que se sienta mirada, “ambos tipos de escenificación prueban hasta que punto la cultura occidental de la imagen estaba fascinada por la mirada, fuese esta pública o privada”(Belting 2007, 74).
Un equipo de Cambridge, utilizando una técnica de reconstrucción facial, ha dado vida al rostro de un varón que vivió hace 700 años en esa localidad de Inglaterra. Sus restos fueron encontrados entre 400 entierros debajo de la antigua Old Divinity School, del Colegio St. John, en Cambridge, durante las excavaciones realizadas entre 2010 y 2012. El rostro reconstruido, llamado Context958, pertenece a un varón de más de 40 años. El estudio de sus restos permitió determinar que había sido un trabajador y poner rostro a una persona no perteneciente a la nobleza. El rostro de Context958 fue reconstruido a través de técnicas que permiten partir del escaneo de los restos óseos, dar forma al rostro y aspecto que esa persona puede haber tenido. La mirada frontal, evoca sin duda la insistencia del retrato pictórico en indagar sobre la mirada.
Otro caso de búsqueda del rostro nunca observado es el de la famosa calavera de Jericó de 9600 años de antigüedad. Un grupo de arqueólogos logró reconstruir su rostro con una tecnología de rayos X para crear imágenes en 3D. ¿Quién era ese hombre, cómo sentía, que hacía o qué pensaba? Las reconstrucciones de estos rostros son imágenes entendidas como medios del cuerpo, aluden a sujetos. Estas técnicas no son exclusivas del mundo contemporáneo, diferentes procedimientos se han ido sucediendo en el proceso de reconstruir rostros, como es el caso de la calavera de Johann Sebastian Bach (Véase aquí en e-imagen el artículo de Ander Gondra Aguirre, Rostros y cráneos desvelados) o el caso peculiar de las máscaras mortuorias, en especial la Napoleón (Véase en e-imagen el artículo de Gorka López de Munain, La máscara mortuoria de Napoleón Bonaparte: el rostro de una obsesión).
Un caso emblemático es el de La Calavera de Mengele(1), estamos frente un caso clave dentro de la historia del desarrollo de técnicas forenses al servicio de los derechos humanos. Ese “esqueleto de alto voltaje” como lo denomina Ferrándiz, es un esqueleto que permitió ir más allá de la voz del testigo para encontrar la de los huesos. Este proceso dio lugar central a la/os especialistas que empiezan a ocupar un lugar central en el terreno de la verdad histórica. Estas técnicas, como plantean Keenan y Weizman, no ofrecen verdades inmutables y han construido también una “elaborada estética y un eficaz arte de persuasión”. La ciencia forense se encuentra también atravesada por una lógica del espectáculo. Como señala Ferrándiz, “Es sin duda la combinación de estos factores, junto a su nueva visibilidad mediática, la que explica en parte el éxito del relato forense de la realidad, que debe entenderse como “una nueva sensibilidad cultural” de indudable magnetismo en el mundo contemporáneo”(Keenan y Weizman 2015).
Una cultura visual donde diversas tecnologías de la imagen – como las reconstrucciones faciales, la fotografía métrica, los rayos X o los avances de los estudios sobre el ADN- han permitido ver-develar no solo lo que el cuerpo humano podía decir-mostrar sino que inauguran también una mirada específica, unas figuraciones y puestas en escena de las imágenes, entre el espectáculo, lo mágico y lo científico que van mas allá de la ciencia forense, las ciencias en general o las indagaciones policiales.
En ese sentido, las redes sociales se han convertido en su escenario privilegiado. La diferencia entre las reconstrucciones del rostro de Bach o Napoleón y Context958 radica en técnicas de la imagen diferentes que como medios de la imagen exigen necesariamente ser comprendidas en el contexto de una cultura visual específica.
Estas técnicas involucran una serie procedimientos que a través de informaciones provistas por los restos óseos y datos genéticos permite reconstruir como evidencia las huellas de un pasado o hecho. La imagen es uno de los medios ineludibles en el proceso de investigación, aportando un carácter de verdad basado en evidencias. La relación entre las imágenes y la evidencia es una relación basada en el concepto de huella y registro.
Un caso que involucra estos conceptos es el de la investigación publicada en la Revista ZAS, donde se evalúa la capacidad de los pintores del siglo I D.C de retratar la “semejanza” de sus modelos. El egiptólogo Bob Brier y su equipo de la Universidad de Long Island University usaron un CT scanner para convertir los cráneos de las momias que se encuentran en el British Museum – aquellas que tienen identificado al sujeto junto con los retratos que fueran realizados para esas momias.
Imponer un rostro
Reflexionar sobre la cultura visual contemporánea supone comprender que la imagen se presenta en un contexto cultural específico y viene determinada por toda una serie de factores materiales, técnicos y espaciales. Estos factores son los que estructuran los medios de la imagen, sus soportes y los dispositivos donde se encarnan. Con el pasaje a lo digital la cuestión del soporte deviene decisivamente mas compleja. De la naturaleza de los soportes dependen los modos en los que una imagen puede ser producida, reproducida, visualizada, manipulada, archivada, transmitida y compartida, así como su duración y permanencia.
Nuevos medios de la imagen nos enfrentan a la compleja relación que establecen entre ellos así como medios del pasado, como la fotografía o el cine. La fotografía como medio de la imagen se caracterizaba por un soporte basado en elementos fotosensibles (capa de cobre, cartulina, celuloide) y por las técnicas fotográficas que eran utilizadas para producir las imágenes, por ejemplo las de Bertillon.
Las técnicas de reconocimiento facial y los sistemas basados en complejos algoritmos que operan a partir de colosales bases de datos de fotografías que circulan en las redes o son capturadas por cámaras de seguridad y vigilancia, introducen nuevos interrogantes en lo que se refiere a los medios de la imagen y las imágenes del cuerpo. Los actuales medios de la imagen del rostro se han convertido en dispositivos de alta complejidad. En términos generales, los dispositivo de la imagen son “aquello que, al interior o exterior de los márgenes de la imagen, contribuye a disponer/tener el espacio de la imagen en sí y a organizar su relación con el espectador, configurando de algún modo la mirada”(Andrea Pinotti y Somaini 2016). Es por eso que la historia de las imágenes y las miradas dirigidas a éstas también puede ser considerada como una historia de las técnicas de la mirada y de los dispositivos. Puesto que las imágenes, como señala W.J.T. Mitchell, no son meros ornamentos del discurso, sino analogías estructurantes que dan forma a epistemes enteras(Mitchell 2009).
Las tecnologías del ADN y los medios de la imagen han dado origen a una serie de técnicas de la imagen del rostro. Un ejemplo, similar a los que mencionamos mas arriba, es el del descubrimiento del cráneo del Ricardo III de Inglaterra en una estacionamiento. Las noticias anunciaron que la reconstrucción facial a partir de su calavera revelaba “como podía haber lucido” el rey. El historiador y autor John Ashdown-Hill dijo que verlo fue «casi como estar cara a cara con una persona real»(2).Las declaraciones de los involucrados en el hallazgo son mas que curiosas.
La integrante de la Sociedad Ricardo III, Philippa Langley, iniciadora de la búsqueda, declaró previamente en un documental del Canal 4 de la televisión británica que no parecía «la cara de un tirano«. «Lo siento, pero no parece -dijo-. Es muy buenmozo. Uno podría acercarse a hablarle, tener una conversación con él ahora mismo» (3).
El comentario es mas que anecdótico. Es casi una “impresión fisiognómica”, en el sentido que le otorga Lavater en su tratado Physiognomische Fragmente (1775-78). La “primera impresión” que liga signos distintivos con cualidades morales. El lenguaje recoge esas imágenes y metáforas, “mirada perdida”, “ojos siniestros”, “boca cruel”. Langley identifica inmediatamente los rasgos de Ricardo III con virtudes morales que -podriamos decir- se atribuían a los monarcas en los tratados de Príncipes y emblemas. De hecho, los especialistas que participaron en la reconstrucción, tras haber identificado los restos mediante una prueba de ADN, señalaron que al ver el rostro – no al realizar las pruebas de ADN- se sintieron “en presencia” del Rey. “Eran sólo huesos, simplemente un cadáver, mientras que frente a la reconstrucción facial, me sentí casi en su presencia«.
La mirada fisiognómica se puede encontrar en la Biblia, donde se afirma el modo en que “el corazón de un hombre modela su rostro” (Eclesiástico, 19, 29/30) o en las lecturas esotéricas del rostro y la adivinación. La fisiognomía opera en forma inversa a la de los pintores con su retratos. El fisonomista no busca la individualidad que distingue a un rostro de otro sino que clasifica la singularidad bajo generalidades, a clases de caracteres, subordinando lo singular en lo general (Le Breton 2010, 57). Un método semiológico que convierte ciertos rasgos particulares del rostro humano en indicios, al punto de poder “portar un rostro”. Justamente el proyecto Face Cages de Zach Blas alude a la violencia de la medición biométrica a la que somos sometidos diariamente.
En este proyecto, Blas convocó a cuatro artistas queer para generar diagramas biométricos de sus rostros que luego fueron construidos en 3D en metal, material que por sí mismo evoca las rejas, prisiones, objetos de tortura. El objetivo de esta obra es evidenciar el modo en que estas aparentemente infalibles tecnologías de medición, son en realidad cajas en las que se intenta reducir a los individuos. La violencia de hacer coincidir los datos biométricos con sujetos que no entran dentro de esos parámetros. Las máquinas de medición biométrica generalmente fallan a la hora de reconocer rasgos no-normativos sobre los que entonces se ejerce violencia y criminalización.
Face Cages
En la exposición Visiones extrañas de la artista Heather Dewey-Hagborg, asistimos a la impresión en 3D de rostros reconstruidos a partir del ADN dejado en chicles y cigarrillos en la calle. La experiencia busca reflexionar hasta qué punto se pueden definir características del rostro humano a partir de rastros genéticos y cuáles son los límites de la “vigilancia genética”.
Estas tecnologías, como Snapshot, un sistema creado por la empresa Parabons Nanolabs que no necesita de testigos reales para producir una imagen del rostro de un sospechoso puesto que utiliza los rastros de su ADN. Dewey-Harborg señala que el análisis de los procedimientos aplicados por esta tecnología son algoritmos que demuestran un claro sesgo racista. “Snapshot no ofrece descriptores de rasgos faciales específicos, solo una visualización para estereotipar”. Por ejemplo, uno de los primeros retratos realizados por Sanpshot en 2011 presentaron el rostro de un hombre 92% africano occidental, 8% del norte de Europa occidental.
Heather Dewey-Hagborg, Visiones Extrañas.
Como señala Harborg «No hay aquí descriptores de rasgos faciales específicos. Este es un retrato genérico de un varón afroamericano que sirve para difundir públicamente la visualización de un estereotipo». (4).
Estas tecnologías son tecnologías de clasificación que se basan en discursos raciales y se articulan con dispositivos de la mirada que se definen por el principio de la vigilancia y el control. De la antropometría se pasa a la vigilancia genética. Lo que evidencia el modo en que determinados dispositivos se han impuesto como capaces de asumir una concepción específica de la visión y de la posición del sujeto frente al mundo
Como mencionamos en el caso de Face Cages, Harborg también plantea el modo en que esta tecnologías utilizan algoritmos incapaces de abordar las diferencias en términos de género puesto que operan a partir del sexo de las personas y no de su género.
MtDNA Haplogroup: L2a1 (African) SRY Gene: present Gender: Male rs12913832: AA Eye Color: Brown rs4648379
Es por eso que «a las mujeres, el programa las tiende a representar con la cara angulosa o las cejas delgadas, y comete evidentes errores. El aspecto de una persona que ha modificado su sexo no lo pueden determinar sus cromosomas»(5).
Los dispositivos como un “instrumento de acción que se concreta en prácticas, las cuales a su vez disparan procesos de subjetivación- la producción de determinadas figuras del sujeto- que en la contemporaneidad tienden a alterarse y devenir en procesos de ‘des-subjetivación’, de reducción de la subjetividad a una posición abstracta en una sociedad que tiende a volverse cada vez más panóptica”(Agamben 2007, 13).
Si bien parece un tema de ciencia ficción, la reconstrucción facial a partir de datos genéticos es una realidad. El procedimiento conocido como “montaje de fotos moleculares” es utilizado para reconstruir rostros de criminales a través de su ADN. En 2015, por ejemplo, la firma Ogilvy & Mather creó una campaña en Hong Kong denominada “The Face of Litter”.
Utilizando la tecnología de Sanpshot DNA para reconstruir el rostro de los ciudadanos que arrojan basura en la vía pública a partir de los restos de su ADN en los residuos. La compañía Parabon Nanolabs es nuevamente quien ofrece el desarrollo de este tipo de tecnologías que utilizan ADN.
Desde la perspectiva de la Cultura Visual podemos afirmar que los medios portadores son mas que simples materialidades técnicas. Se encuentra cultural e históricamente situados y contribuyen al modo en que las imágenes circulan, se producen y se transforman. Con internet, la circulación y producción de imágenes deviene global y éstas se caracterizan por su apropiabilidad y capacidad de ser compartidas. Los modos de producción de imágenes dentro de la cultura visual 2.0 están atravesados por la lógica de la huella, la prueba y la evidencia. Las técnicas de la imagen utilizadas para la práctica científica, forense, militar, constituyen también una nueva cultura visual que invade como gesto y práctica elaborados y fascinantes sitios, cuentas de Youtube, Instagram y foros donde miles de usuarios acumulan sus imágenes como archivo global del libre acceso para empresas como Google, Facebook o Microsoft.
Campaña «The face of litter»
Estas tecnologías para el control en aeropuertos, empresas, instituciones son comercializadas por empresas como NeoFace Watch de NEC que permite el reconocimiento automático del rostro a través de fotos, imágenes de cámaras de seguridad, grabaciones de vídeo y webcams. Algo que habían comenzado a imaginar las cámaras fotográficas que reconocen rostros y sonrisas, así como las redes sociales donde es posible etiquetar los rostros que se identifican en la imagen como “humanos”. Son la culminación del proceso de individuación del rostro. Si la fotografía democratizó el rostro, los nuevos medios digitales parecen imponerlo, encarnando a la perfección los discursos propios de un “Estado de seguridad” donde todos los ciudadanos devienen potenciales sospechosos.
Es por eso que el rostro puede ser comprendido como un dispositivo. Deviene imagen capaz de reducir y normativizar, reducir e identificar al individuo.
Estas nuevas técnicas de producción de imágenes evocan la fotografía métrica de Bertillón así como la antropometría decimonónica. Pero – como sugiere Agamben- el dispositivo de Bertillon no permitía prevenir el crimen sino condenar a los culpables. En eso se basaba el concepto de seguridad de los fisiócratas, sólo cuando el crimen se ha realizado el Estado puede intervenir. Actualmente se plantea un control absoluto y sin límites de los datos biométricos de todos los ciudadanos.
“Por primera vez en la historia de la humanidad, la identidad ya no es una función de la “persona” social y de su reconocimiento, del “nombre” y de la “fama”, sino de datos biológicos que no pueden mantener ningún relación con el sujeto”(Agamben 2014).
FaceNet, Google
La directa relación que se establece entre determinante genético, imagen del rostro y personalidad es propia no solo de la idea de las dimensiones medibles y visibles, formales y estructurales del rostro humano sino de su directa conexión con determinantes del comportamiento, excluyendo por completo cualquier explicación social, cultural, histórica, religiosa o identitaria. Las imágenes biométricas responden al campo de lo que W.J.T Mitchell denomina bioimagenes, aquellas que forman parte del campo de la manipulación genética y cuestionan las viejas categorías de imagen y semejanza. Las imágenes ya no se reconocen dentro del dualismo de lo aparente y lo real, lo falso y lo verdadero. El concepto de dispositivo que propone Agamben puede aplicarse a estas tecnologías de la imagen del rostro, entendido dispositivo como “todo aquello que de una manera u otra posee la capacidad de capturar, de orientar, de determinar, de interpretar, de modelar, de controlar y asegurar gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos”(Agamben 2007, 8).
El desarrollo de estas tecnologías de reconocimiento o biometría facial digital ha dado lugar a una amplia gama de sistemas que operan a partir de bases de datos – un archivo como el de Bertillon a fines del XIX pero de dimensiones colosales. Los sistemas logran el reconocimiento de la identidad del sujeto a partir de algoritmos.
Software de Deep Face, Facebook
Este tipo de tecnologías no son exclusivas del control estatal sobre espacios como aeropuertos y calles sino también que son de uso extendido en el ámbito privado. Se ofrecen servicios de reconocimiento facial para control de trabajadores en empresas. Google y Facebook se han lanzado a la competencia en este terreno. Por un lado Google ha lanzado FaceNet, sistema creado entrenando redes neuronales sobre una base de datos de 260 millones de imágenes. Según Google, el sistema es capaz de reconocer un rostro el 99,96% de las veces (6). El resultado se obtuvo probando un algoritmo con una base de 13 mil rostros en internet, entre los que FaceNet tenía que encontrar aquellos que pertenecían a la misma persona.
Por su parte Facebook presentó DeepFace, naturalizando para sus usuarios el desarrollo de una tecnología de reconocimiento facial, con un 97,25% de eficacia -frente al 97,5% de eficacia humana. La red social ha trabajado en el mejoramiento de un algoritmo con este fin, escaneando más de 40.000 fotos públicas de Flickr. El software ha logrado esta precisión tomando como información varios atributos como el cabello, la ropa y cuerpo para determinar quién o que se encontraba en la foto. Los desarrolladores lograron construir modelos en 3D de las caras de una foto, logrando rotarla para poder ser capturada desde diferentes ángulos.
La empresa Smowltech explica en su web el modo en que opera su sistema y algoritmo de reconocimiento. Estos dispositivos operan reconociendo a partir de dos elementos: detección de rostros y normalización e identificación de la cara. Esta empresa se encuentra trabajando en el mejoramiento del sistema para poder alcanzar la precisión de las tecnología de reconocimiento a través de las huellas dactilares o el iris.
Otro ejemplo es el de FindFace, una aplicación para teléfonos móviles que permite al usuario reconocer a cualquier persona con solo tomarle una fotografía con su teléfono. El sistema funciona buscando entre las millones de imágenes de perfil de la red social Vkontakte. Tanto Facebook como Google, Apple o Microsoft están desarrollando sistemas de uso privado y personal que involucran el reconocimiento facial. Desde la cámara Real Sense 3D, el desbloqueador de teléfono Iphone a través de un selfie.
Camara Real Sense
Otras de tono lúdico como Twins or not se propone buscar nuestro doble en internet. La cámara Real Sense permite “Desde dispositivos de bolsillo hasta cámaras para computadoras, la tecnología Intel® RealSense™ simplifica el escaneo en 3D y te ayuda a capturar modelos en 3D para tus proyectos”. Desde escanear a familiares y amigos desde nuestro teléfono o tableta o construir avatares a partir de selfies, la cámara es presentada como una verdadera revolución. Otra empresa, Face-Six, ha diseñado el sistema de reconocimiento facial llamdo Churchix, que permite a diferentes congregaciones religiosas monitorear a sus feligreses. El lema es mas que esclarecedor sobre sus objetivos: “Know your members”. Y ese conocimiento está dado a partir de la identificación de sus rostros, posturas corporales y expresión de emociones. Todos estos sistemas de reconocimiento facial forman parte de un dispositivo que como captura y determina conductas y discursos de los seres vivos.
Churchix
Un caso particular es el de la empresa israelí Faception, que propone un sistema de reconocimiento facial que además de identificarnos por nuestro rostro busca descifrar los rasgos de nuestra personalidad y nuestro comportamiento. Según la empresa, este sistema utiliza algoritmos de aprendizaje para poder predecir el comportamiento del individuo. El servicio se ofrece tanto con fines comerciales – centros comerciales, casas y departamentos, oficinas, estadios- como para militares y de estado. Uno de los lemas en su página web es mas que sugerente: “We live in a dangerous world”. La mayoría de estas empresas evocan la fórmula ya enunciada por Lavater en el siglo XVIII, puesto que estas tecnologías de reconocimiento facial y control se presentan como técnicas para “favorecer el amor por la humanidad”(Le Breton 2010).
Lo interesante de estos sistemas es que agregan los aportes de la inteligencia artificial para poder predecir y descifrar las expresiones y comportamientos humanos. El comportamiento humano es reducido a las proyecciones de un algoritmo.
En 1971, por ejemplo, Ekman y Friesen desarrollaron el Facial Affect Scoring Techinqie, que sostenía que si cada movimiento resulta de una actividad muscular, es posible adoptar un sistema para descubrir el papel de cada músculo en los cambios de la apariencia del rostro. Esto permitiría analizar cada movimiento del rostro a partir de unidades mínimas de acción anatómica. Durante un años, los dos investigadores pasaron días frente al espejo observando sus músculos faciales, ayudándose a veces de alfileres o directamente de estimulación eléctrica (Le Breton 2010, 101) El objetivo era analizar los movimientos emocionales del rostro, llegando a describir cuarenta y tres en la parte inferior, veintiuno en los ojos y trece en las cejas. El estudio buscaba las mímicas faciales que se corresponden con las emociones, dando lugar a un modelo capaz de uniformar y escindir el rostro del cuerpo y del contexto social y cultural. Actualmente, Microsoft cuenta con una Emotion Api, un sistema de reconocmiento de emociones a través de imágenes. Las emociones se convierten en variables identificables por una Web App.
Por su parte Faception promociona la capacidad de reconocer en los rostros la personalidad del individuo y por lo tanto su “peligrosidad”. Es una versión contemporánea de la antigua tradición fisiognómica. Aunque también parece una palabra propia de la neolengua de la novela 1984 de George Orwell . La “caracrimen” (facecrime), definida como “rostro con una expresión impropia (como por ejemplo mostrarse incrédulo ante el anuncio de una victoria) algo que está perseguido por la ley”. La caracrimen de Orwell es aquella que capturan las cámaras de seguridad y las fuerzas policiales en las protestas, en los aeropuertos, en los movimientos sociales de lucha, entre los grupos no normativos.
Imponer un rostro al Otro es ficharlo dentro del archivo global visual. Como señala Agamben,
La multiplicación creciente de dispositivos de seguridad refleja un cambio de conceptualidad política, hasta el punto que se puede legítimamente preguntarse no solamente si las sociedades en las que vivimos pueden todavía ser calificadas de democráticas, sino también y ante todo si pueden todavía ser consideradas como sociedades políticas(Agamben 2014).
Profanar el Rostro
Frente a un software como el de Faception, que declara la relación directa entre el rostro y la criminalidad, el rostro y la personalidad, encontramos desde el campo del arte y los estudios visuales un proyecto como Escaping the Face: Biometric Facial Recognition and the Facial Weaponization Suite de Zach Blas se plantea como una crítica a los sistemas de reconocimiento facial biométricos, a partir de la construcción de máscaras colectivas. Tomando los datos biométricos de los participantes del workshop, el resultado que se obtiene es una mascara colectiva, que permite a los participantes utilizar los rostros de los demás. Este mismo gesto lo encontramos en otros colectivos como Anonymous, Pussy Riot o los zapatistas e incluso en la ficción, como es el caso del Hall of faces de la conocida serie de TV Game of thrones. El proyecto de Blas se basa en la idea del rostro colectivo como un ejercicio de resistencia y liberación.
Uno de los primeros rostros producidos en los workshop de Facial Weaponization Suite fue el conocido como Fag Face Mask. Este primer rostro busca confrontar los determinismos sobre la orientación sexual, entendida como “collective and autonomous self-determination of sexuality”. Este rostro fue una respuesta a los estudios que desde 2007 se realizan en universidades norteamericanas referidos al reconocimiento de la orientación sexual a partir del rostro (7). El concepto de máscara es sugestivo. Enmascararse puede ser a primera vista un gesto de ocultamiento. Pero ese ocultamiento es también una liberación de las exigencias de la identidad impuesta. La máscara es liberadora y también permite escapar a la mirada, a ser observados y escrutados. Perder el rostro también despierta la conciencia del cuerpo.
Fag Face Mask
Pussy Riot
El rictus fisonómico de la fotografía de Bertillon frente al gesto de Georges Maciunas, uno de los fundadores del movimiento artístico Fluxus. La mueca del rostro, la transgresión del rictus, quiebra las convenciones. Es una exageración de la expresión. La mueca es como la máscara pero se deja ver a rostro descubierto. Es una libertad tomada respecto del orden expresivo y las exigencias de identidad.
El rostro, señala Blas, ha devenido un “mode of governance” y a su vez una fuerza opresiva. La máscara colectiva como sustracción del rostro identificado- como se identifica a un sospechoso- por las cámaras de seguridad, no es la desaparición del individuo sino el señalamiento del rostro como un espacio de resistencia y lucha. Las técnicas de producción de imágenes nos dan un rostro, nos imponen un rostro. Por lo que “Si el rostro es una política, deshacer el rostro también es otra política, que provoca devenires reales, todo un devenir clandestino”(Deleuze, Guattari, 2008:192). Lo anónimo – señala Rancière- es un elemento clave en la relación entre arte y política. “Una subjetivación política es el proceso mediante el cual aquellos que no tienen nombre se otorgan un nombre colectivo que les sirve para renombrar y recalificar una situación dada”(Ranciere 2005).
Todo dispositivo implica una proceso de subjetivación sin el cual éste no podría funcionar -porque se reduciría a un simple ejercicio de violencia. El dispositivo no es solamente una máquina de producir subjetivaciones sino una máquina de gobierno(Agamben 2007, 13).
Por ejemplo, recientemente en Argentina a través del decreto 243/17 y alegando “emergencia de seguridad pública”, el gobierno amplia el acceso al sistema de datos biométricos a todos los organismos dependientes de Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. El sistema centraliza todos los datos biométricos de los habitantes y permite reconocer e identificar a una persona a partir de sus huellas digitales o patrones de su rostro y los vincula con otras grandes bases de datos donde se acumulan datos familiares, direcciones, antecedentes penales, etc.
El decreto viola la ley de protección de datos personales y el control sobre la propia imagen. Los peligros de estos sistemas y usos de datos biométricos quedan a la vista. Entre ellos, el que a todas voces impulsa el actual gobierno de derecha en Argentina, con una vocación constante hacia la represión de la protesta social y toda forma de disidencia y crítica al gobierno. El peligro de que este sistema de reconocimiento sea utilizado para identificar personas en protestas sociales es de suma gravedad.
Profanaciones
Al rostro lo ligamos de un modo demasiado natural y familiar con las expresiones de nuestro yo y el de los otros. Pero como bien señala David Le Breton, las personas no han contemplado su rostro desde siempre ni bajo las mismas condiciones o los mismos temores. Las imágenes del rostro son inseparables de su propia existencia. El sentimiento acerca del rostro merece una genealogía, una cuidada atención puesto que ese sentimiento es producto de una construcción cultural por la cual, a partir de la modernidad, se determina el estatus social otorgado a la persona. En la Edad Media el rostro no era objeto de un valor específico. El cuerpo no era el límite de una persona, sino una cosmogonía. El siglo XII vio nacer la autobiografía, como síntoma, como nacimiento de la persona, dueña de sus propios recuerdos, de sus propias imágenes, de un rostro que lo alberga, que se anhela, se sueña o se olvida. Lentamente el rostro adquiere rasgos psicológicos, expresivos. La boca dará lugar al nacimiento de los ojos, todo el interés del rostro se centrará en ellos. A partir del Renacimiento se comienza a otorgar al rostro un lugar especial a través del retrato. El ser humano moderno posee el cuerpo como factor de individuación, separado de los otros, de sí mismo y del cosmos . El rostro cobra vida por virtud de la conciencia individual (G. De Angelis, 2016). El rostro es un lugar de soberanía. También un espacio ambiguo, anamórfico. Nuestra relación con el rostro es a través de sus imágenes. Espejos, reflejos, fotografías, videos, visiones. El rostro se ofrece por la imagen, nunca es completo sino fragmentario, ambivalente.
La antropometría estableció una nueva relación entre el rostro y el Yo, una nueva medida de lo humano. La fotografía permitió explorar, medir y clasificar las imágenes del rostro y del ser humano. Estas imágenes se basaban en la observación, privilegiando criterios mensurables a los que se otorgaba una importancia central para establecer relaciones entre rasgos físicos y conducta. La antropometría establecía y comparaba las diferencias entre individuos. El imaginario decimonónico los dotó de la fuerza necesaria para desarrollar todos los prejuicios basados en la superioridad racial. Belleza, inteligencia, virtudes, son deducidas de mediciones corporales.
El pensamiento de Lombroso era un pensamiento biologicista, pero trataba sobre categorías sociales. Delicuentes, ladrones, asesinos, revolucionarios, prostitutas, locos, bárbaros. La criminalidad era innata. El rostro tiene un lugar particular. Está plagado de marcas, de indicios, de huellas. «Para Lombroso la conducta está completamente trazada en la conformación del rostro. Si la criminalidad es natural, está inscripta en la biología» (Breton, 2010:85). El rostro del Otro es reducido en su diferencia, es negado cuando se lo transforma en representante de una categoría.
Las imágenes del cuerpo y del rostro se convirtieron en variables mensurables, en un territorio de control y vigilancia. Si la historia del retrato «da imagen»- en el sentido de Mitchell- a la historia del desarrollo del proceso de individuación del yo, la biometría genética lo disuelve por completo. El rostro se ha convertido en un dispositivo de vigilancia. La biometría busca reconocer individuos a través de rasgos físicos y de conducta. Cuando se articula con una técnica de la imagen y un medio específico, aplica técnicas matemáticas y estadísticas sobre los rasgos físicos o de conducta de un individuo para reconocer e identificar. A diferencia de la antropometría, la biometría no se propone solo la medición del ser humano sino el conocimiento biológico del individuo. La nueva medida de lo humano no es sino su negación. La biometría se convierte en un dispositivo, en algo que posee la capacidad de capturar, de orientar, de determinar, de interpretar, de modelar, de controlar y asegurar gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos.
Cómo deshacer ese rostro impuesto, reducido a determinantes biológicos, estático, carente de ambivalencia y multiplicidad. Agamben ha sugerido el provocador concepto de “profanación”, proveniente de la esfera del derecho y de la religión romanos. Según el derecho romano las cosas que pertenecían a los dioses eran sagradas. Como tales estaban sustraídas al uso libre. Sagrado designaba la salida de esas cosas de la esfera del derecho humano. Por el contrario, profanar significaba restituirlas al libre uso de los hombres. La profanación del rostro, como dispositivo, deviene un asunto urgente. Restituirlo como espacio de soberanía, también.
Notas
(1) Keenan, Thomas, Weizman, Eyal. La Calavera de Mengele. El advenimiento de una estética forense, Sans Soleil Ediciones, Buenos Aires, 2015.
(2) http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/02/130204_ricardo_tercero_rostro_reconstruido_jgc
(3)Ibid
(4) Reportaje a Heather Dewey-Harborg, “La vigilancia genética, en 2016, ha dejado de ser ciencia ficción. Los riesgos son evidentes”, Playground, 20 de noviembre de 2016, (acceso 20 de abril de 2017), http://www.playgroundmag.net/articulos/reportajes/Heather_Dewey-Hagborg-pone_cara-desconocidos-muestras_ADN-recogidas_en_la_calle_0_1868813101.html
(5) Ibid.
(7) Es el caso del trabajo presentado por Nicholas O. Rule y Nalini Ambady, Brief exposures: Male sexual orientation is accurately perceived at 50 ms
Bibliografía
Agamben, Giorgio. 2007. Qu’est-ce qu’un dispositif? Traducido por Anthony Sampson. Paris: Payot & Rivages.
———. 2014. «Cómo la obsesión por la seguridad hace mutar la democracia». Le Monde diplomatique, enero.
Andrea Pinotti, y Antonio Somaini. 2016. Cultura Visuale. Immagini, sguardi, media, dispositivi. Torino: Piccola Biblioteca Einaudi.
Belting, Hans. 2007. Antropología de la imagen. Katz Editores.
G. De Angelis, Marina. “De lo visible a lo invisible: Las imágenes y las emociones en la Edad Media”, e-imagen Revista 2.0, Nº3, Sans Soleil Ediciones, España-Argentina, 2016
Keenan, Thomas, y Eyal Weizman. 2015. La calavera de Mengele. El advenimiento de una estética forense. Buenos Aires: Sans Soleil Ediciones.
Le Breton, David. 2010. Rostros: ensayo antropológico. Letra Viva.
Mitchell, W. J. T. 2009. Teoría de la imagen. Ediciones AKAL.
Ranciere, Jacques. 2005. Sobre políticas estéticas. Barcelona: Museu d’Art Contemporani de Barcelona y Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona.