Número 9 – 2022
Disputas iconográficas y memorias ardientes en la campaña electoral presidencial de Brasil 2022
O país que vai voltar. Disputas iconográficas e memórias inflamadas na campanha eleitoral à presidência do Brasil em 2022.
Mariana Pieruccini Santos y Greta Winckler
Resumen
Tomando como punto de partida la campaña electoral de Brasil, ante las elecciones presidenciales del 2 de octubre de 2022, se plantean preguntas por la memoria histórica de ese país, las iconografías que la alimentan y las disputas simbólicas que traen al presente una serie de conflictos irresueltos. A partir de las figuras de los candidatos Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro, se traza un recorrido anacrónico, propio de la temporalidad de las imágenes, para entender nudos y tensiones entre los relatos oficiales y aquéllos que pujan por emerger, barriendo la historia a contrapelo. ¿Qué país va a volver en octubre? ¿El que propone Lula, nutrido del recuerdo de su anterior gobierno y el ímpetu de una Latinoamérica progresista; o el que propone Bolsonaro, de raíz militarista, religiosa y pro-monárquica, digna de la historia de otros siglos? Se sugiere el binomio “vida/muerte” para entender los afectos, emociones y gestualidades que atraviesan las propuestas políticas de estos candidatos, ancladas en la historia reciente del Brasil, y remontándose hasta las luchas independentistas en el siglo XIX, de gran vigencia en la contienda política actual.
Palabras claves: memoria, iconografía política, gesto, historia, campaña electoral.
Resumo
O país que vai voltar. Disputas iconográficas e memórias inflamadas na campanha eleitoral à presidência do Brasil em 2022.
Diante da campanha eleitoral para a eleição presidencial que ocorrerá em 2 de outubro de 2022, são expostas interrogações a respeito da memória histórica brasileira, das iconografias que a alimenta e das disputas simbólicas que trazem ao presente uma série de conflitos vivos. Através das figuras dos candidatos Luiz Inácio Lula da Silva e Jair Bolsonaro, faz-se um percurso anacrônico – mas particular da temporalidade das imagens – para entender laços e tensões entre os relatos oficiais e aqueles que clamam por emergir, escovando a história a contrapelo. Qual país voltará em outubro? Aquele proposto por Lula, alimentado pela lembrança de seu governo anterior e pelo momento de uma América Latina progressista? Ou o Brasil proposto por Bolsonaro, de raíz militarista, religiosa e pró-monarquia, que faz referência à tradição histórica de outros séculos? Amparando-se na história recente do Brasil, mas também transitando até as lutas independentistas dos séculos passados, tão vigentes no cenário político atual, propõe-se o binômio vida/morte para entender os afetos, emoções e gestualidades que atravessam as propostas políticas de tais candidatos.
Palavras-chave: memória, iconografia política, gesto, história, campanha eleitoral.
Artículo
Mariana Pieruccini Santos y Greta Winckler
Fecha: septiembre de 2022
Cómo citar este artículo:
Pieruccini Santos, Mariana, Winckler, Greta. «Disputas iconográficas y memorias ardientes en la campaña electoral presidencial de Brasil 2022 «. e-imagen Revista 2.0, Nº 9, Sans Soleil Ediciones, España-Argentina, 2022, ISSN 2362-4981
En el año 2019, en esta misma revista, propusimos pensar a las campañas electorales como un palimpsesto de tiempos. Aún en la experiencia vertiginosa que las inserta en el presente inmediato, siempre se realizan de cara un futuro (mezcla de promesa y horizonte), y abren la puerta a gestos fantasmales de tiempos pretéritos, que definen la energía que primará en ellas. Palimpsestos de tiempos, pero también de gestualidades. El caso actual en Brasil no escapa a esta lógica
El 2 de octubre de 2022 se realizarán las elecciones presidenciales. Les invitamos en este recorrido a abordar las propuestas de campaña y las figuras de Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva, en tanto cristal que permite reflexionar sobre los procesos de memoria de este país; así como sobre los repertorios políticos más vastos que se comparten con sus pares latinoamericanos, particularmente con Argentina.
I. Lula
Volver de alma lavada
En 2018, en el Dossier sobre Lula publicado en este mismo sitio, se analizó la imagen del ex presidente en tanto figuración háptica (ver artículo). A partir de esta dimensión táctil de Lula es que podía comprenderse el vínculo que el mandatario estableció con su pueblo, así como la disrupción de su figura -ese cuerpo obrero mutilado- en la propia iconografía política de Brasil.
“Conocemos la historia de las imágenes y los tactos. El tacto ha sido uno de los elementos constantes referidos a las imágenes milagrosas, pero también la de los seres queridos, las de las ausencias, la de aquello que se invoca. ¿Por qué esta imagen de Lula nos lleva al terreno de una teología del tacto?. Porque el tocar es inseparable de la fe y de la potencia de la imagen. Jesús salva tocando. El propio Salvador es tocante y tocado. Las personas pueden ser “tocadas” por la gracia. Se puede ser “tocado en el corazón”. Hay un tocar “crístico” que entrelaza la mano, la luz, el dedo y el ojo.” (1)
El tacto en el caso de Lula no es cualquier tacto; así como su cuerpo no es cualquier cuerpo.
Su presencia abrió una puerta, o mejor dicho, desgarró la trama político-visual de este país:
«El cuerpo de Lula irrumpe en una línea de sucesión presidencial, quebrando así esa otra imago del cuerpo presidencial brasilero, desgarrando la matriz visual y simbólica que desde 1889 hizo presente una determinada corporalidad de la figura presidencial. Lula irrumpe en la gens política del Brasil y trastoca el orden establecido, legitimado no sólo por tradiciones comunes a otros países latinoamericanos, sino por una línea de cuerpos políticos que excedían a la persona individual que ocupara dicho cargo de forma temporaria. El cuerpo del presidente de Brasil, que cerraba el intercambio a los hombres que respondieran a esa figura heredada y permitía una determinada sucesión, muta con la llegada al cargo en 2002 de Lula, ruptura continuada por su sucesora, Dilma, en tanto un cuerpo de mujer, militante y profesional, ocupa el cargo por primera vez -siendo destituida en un dudoso juicio sin concluir mandato (2)
Figura 2: Lula y el pueblo. Lula y su mano mutilada, producto de un accidente cuando trabajaba como obrero metalúrgico.
En ese sentido, ya en aquel momento, propusimos a Lula como una imagen-matriz, siguiendo la conceptualización de Georges Didi-Huberman. El contacto con sus pares latinoamericanos, así como con el pueblo; y la exposición de sus emociones como un acto político también disruptivo de la masculinidad hegemónica, dotaron a su gobierno de una legitimidad con características propias y distintivas. Lula concibió al estado como una madre que cuida.
La potencia de su mandato (2002-2010) retorna en la campaña electoral actual. Durante el primer debate presidencial realizado el 28 de agosto en el canal televisivo Bandeirantes, Lula comenta: “O país que eu deixei é um país que o povo tem saudade. E esse país vai voltar”.
La propia figura de Lula es una figura que retorna. No sólo de ese pasado político, sino de haber permanecido más de 19 meses preso tras una acusación de corrupción, que aceitó los resortes de un mecanismo actualmente denunciado en la región: la práctica de lawfare. El hecho de que Lula, Cristina Fernández de Kirchner y otros dirigentes regionales estén atravesando o hayan atravesado procesos judiciales similares -faltos de pruebas pero no por eso exentos de posibles condenas- permite pensar la historia mancomunada de los pueblos latinoamericanos. Encarcelar a los enemigos políticos es una práctica a la que en tiempos recientes la derecha continental apeló de manera constante. Y la imagen del enemigo preso es tan importante como la propia encarcelación. De hecho, en el caso de Lula, la figura de Pixuleco -un muñeco inflable gigante que muestra al ex presidente con un traje de presidiario- precedió la condena efectiva (3)
Figura 3 : La figura de Pixuleco se materializó en distintos medios: el muñeco de goma original dio lugar a ilustraciones y hasta un video juego que puede descargarse en Google Play.
La tradición del castigo en imagen y las imágenes infamantes es muy antigua y exige que exista una unión entre cuerpo e imagen: “Con la idea de que imágenes y cuerpos contraen, hasta cierto grado, una relación de identidad recíproca, la representación se vuelve sustitución” (Bredekamp, 2017:147). El ámbito del derecho da cuenta de este mecanismo, que Horst Bredekamp define como “acto de imagen sustitutivo” (2017:147). Pero la política en general se orienta por imágenes, como sugiere el autor, porque las produce y porque las necesita. Y las campañas electorales son una demostración potente de esto, porque además se apoyan en símbolos colectivos, aunque no siempre tengan un sentido único.
Pero Lula no sólo fue castigado in effigie (como podría decirse de Cristina Fernández): estuvo de hecho preso. En el debate televisivo, Jair Bolsonaro invoca esa imagen. En una de sus intervenciones se dirige a Lula como “ex presidiario” (no como “ex presidente”). Pocos días después, diría que Lula es un ladrón, un “‘quadrilheiro’ de nove dedos” y que su retorno sería “voltar à cena do crime.” ¿Cómo se encarna la condición de ex presidiario en el cuerpo de Lula? ¿Qué le añade?¿Cómo se responde a ese golpe a la dignidad? Una posible respuesta es: oponiendo su cuerpo. Pero no de cualquier modo.
Figura 4: algunas de las expresiones de las marchas opositoras al proyecto político actual de Argentina, fundamentalmente centradas en Cristina Fernández y las figuras próximas a ella.
Los jefes de estado, siguiendo una larga tradición, podrían pensarse como portadores de un cuerpo doble. El político, que trasciende la vida individual de quien ocupa un determinado cargo (por ejemplo, el presidencial); y el cuerpo natural. El intento de magnicidio contra Cristina Fernández ocurrido el 1 de septiembre de 2022 demuestra ese doblez: no solamente podría haber muerto la persona, sino que también el ataque se convertía en una afronta a la democracia y a la institucionalidad de un país. Quienes apoyan a la vicepresidenta efectivamente acudieron movidos por un sentimiento amoroso hacia ella, pero también disputaban la defensa de un sistema político en riesgo. Las figuras progresistas de la política latinoamericana reciente no lograron tampoco separar las marcas personales de los rangos políticos.
El cuerpo de Lula, un obrero metalúrgico mutilado (el bandido de nueve dedos, en la fórmula despectiva de Bolsonaro), da cuenta de eso, así como lo hace la encarnación de su proyecto político en actos y gestualidades que sostuvo a lo largo de su mandato, y que recupera al día de hoy en campaña. Los abrazos con su pueblo y con otros líderes políticos son más que un repertorio visual: es una concepción de la política misma y la construcción de un liderazgo, una política afectada, que se encarna, que nos toca (Álvarez, 2017). Para afrontar su condición de “presidiario”, Lula también pone en el centro mismo de la escena su cuerpo, al que además se le añade otra característica: la vejez. Un obrero mutilado, viejo, preso. A lo largo de su reclusión, Lula constantemente dio muestras del entrenamiento físico intenso que realizaba a diario. Estos hábitos fueron centrales para su retorno a la vida político-partidaria.
Figura 5: Izquierda: tapa del diario argentino Página/12 luego del intento de magnicidio hacia Cristina Fernández (02/09/22). Derecha: fotografía de la movilización en defensa de Cristina en la ciudad de Rosario (Alan Monzón/Rosario3)
En esas publicaciones, aclaraba que se sentía de 30 años, o que quería vivir hasta los 120 y por eso se cuidaba. Los Juegos Olímpicos (2021) y su casamiento reciente con su compañera, bastante más joven que él, enmarcaron esta serie de publicaciones, que le dieron a la campaña un tono vital. La movilización de ese cuerpo era una manera no sólo de enfrentar el encierro cuando estuvo preso; sino que también era volver al ruedo en la carrera política que se avecinaba. La política se ponía en forma, tras la cesura que el neoliberalismo encarnado en el mandato de Bolsonaro había significado.
El cuerpo de Lula revitalizándose es una propuesta política para un cuerpo mayor que necesita recobrar su vida: el del pueblo del Brasil. Este retorno es político y corporal, pero también anímico: “de alma lavada”, como plantea el candidato tras la declaración de la Organización de Naciones Unidas de que su juicio había sido parcial y que había violado sus derechos políticos. Si puede plantearse un paralelismo, en Argentina, durante el 2019, la campaña de Alberto Fernández, tras cuatro años de la gestión conservadora de Mauricio Macri, también apuntaba a un cuerpo-país que levantaba su cabeza: “poner a la Argentina de pie”.
Izq. Figura: 6: parte de los entrenamientos del ex presidente. Der: Figura 7: durante los Juegos Olímpicos, bajo el hashtag #equipelula, se difundieron una serie de sticker para redes sociales en los que Lula hacía deportes. Luego se harían otros sets de “figurinhas” con otros temas (por ejemplo, el día del padre o con la consigna “el amor va a vencer al odio”).
Ya la figura de Lula como presidente-obrero-sindicalista fue disruptiva en su momento. Ahora Lula le suma una iconografía sublevadora y hasta irreverente más: la imagen de un adulto mayor entrenando, casándose, pero sobre todo, gozando. En sociedades que aún están marcadas por el edadismo y el adultocentrismo que desdeña la vejez y entroniza a la juventud (y a cierta juventud hegemónica: masculina, blanca, burguesa, metropolitana); el cuerpo de Lula vuelve a hacer tambalear las matrices representacionales de la política estatal y patriarcal.
La propia cuenta de Instagram oficial del ex mandatario está atravesada por esa energía revitalizadora, lo cual no es casual si se tiene en cuenta, entre otra cosas, la gestión de la pandemia en Brasil durante el mandato de Bolsonaro, duramente criticada y con un alto nivel de mortandad, que formó parte de esa sensación necrótica de la vida social. Las campañas de Lula y de Bolsonaro podrían pensarse en la tensión vida-muerte. El retorno de Lula, además de colocar de nuevo al cuerpo en el centro, luego del aislamiento físico y social por la pandemia enmarcado en un proyecto político neoliberal, implica un retorno “de alma lavada”.
Figura 8: publicación oficial el 8 de abril de 2022 cuando la ONU confirma que Lula fue víctima de un juzgamiento parcial y sus derechos políticos fueron violados: https://www.instagram.com/p/Cc6gKHuOuan/
El cuerpo de Lula ocupó la escena en otro plano ,tanto en el pasado como ahora: a partir de la expresión de sus emociones. En 2022, se edita el libro Querido Lula: cartas a um presidente na prisão (Ed. Boitempo). En el acto de presentación, Lula se emociona. Su rostro en primer plano llorando es publicado en su cuenta de Instagram, y luego en Twitter añade:
Eu cresci em uma geração em que diziam que homem não chora. Depois de velho, aprendi como é bom expressar sentimentos. Como é bom colocar em lágrimas aquilo que sentimos (Tweet)
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Izquierda: Figura 9. Lula agradecido con los ciudadanos que le enviaron cartas durante su reclusión.
Figura 10: el lema del amor que vence al odio se utiliza tanto en Brasil como en Argentina
“Pero, ¿qué sucede cuando se llora delante de los otros, cuando uno se deja atrapar por una emoción que nos expone directamente a los otros?”, se pregunta Didi-Huberman (2010:23). Exponer la emoción es exponerse, y puede entonces considerarse un acto de coraje. En este caso además la emoción se motoriza políticamente. No es algo pasivo, que se padece: es una e-moción, que moviliza hacia fuera y se refleja en la comunidad. La política pone en juego también estas movilizaciones de sentidos y sentimientos.
El apoyo y defensa de Lula mientras estuvo detenido, pero también en Argentina ante el ataque a Cristina, por ejemplo, se vuelve un gesto político que aúna la resistencia y la amorosidad. Del otro lado, se opondría la construcción de discursos y visualidades asociadas a otro tipo de afecto: el odio. Y esa tensión, amor/odio también anima las campañas electorales así como los proyectos políticos que las principales coaliciones proponen tanto en Brasil como en Argentina. La exposición de la emoción acaba siendo una propuesta política que busca conmover.
Figura 11: dos gestos de resistencia. Izquierda: Sonia Guajajara, candidata a Diputada Federal en São Paulo, realiza esa publicación durante la conmemoración de la independencia brasileña el 7 de septiembre de 2022: “Independência pra quem?? Há exatos duzentos anos começaram a contar uma história racista, elitista e excludente sobre a independência do Brasil. […] Como disse o samba «eu quero o Brasil que não está no retrato». (R)esistimos para contar uma outra história realdeando o Brasil e aldeando a política!!” Derecha: “O presidente da República, Luiz Inácio Lula da Silva, discursa, mostrando o braço em sinal de força, durante a 4ª Conferência Nacional de Ciência, Tecnologia e Inovação” (2013). Portal: Veja.
Lo que el motorista vio
La “exposición” no sólo refiere a las emociones: todos los pueblos del mundo están expuestos, dice Didi-Huberman (2014). Por el riesgo que corren sus vidas -como se vio claramente con la pandemia-; y porque sus imágenes también lo están. Subexpuestos, cuando son invisibilizados como ocurre con las poblaciones indígenas y afrodescendientes de Brasil por ejemplo,que parecen estar por fuera de los discursos oficiales, celebratorios de la independencia-imperialista. Sobreexpuestos,cuando sus vidas se espectacularizan, a partir de la reproducción de clichés y estereotipos de sus modos de vida. Pero también los pueblos proclaman sus gestos de sublevación. La particularidad latinoamericana de la historia reciente no es tanto que estos gestos populares existan, sino que además se encarnen en figuras presidenciales, como ocurrió sobre todo a principios de los 2000s y hasta el inicio o mediados de la segunda década del siglo XXI.
Figura 12: Este tweet pone en juego la escena vivida en el debate con la escena del film Parasite (Bong Joon-ho, 2019) en el que la diferencia de clase obtura la visión y la empatía entre los patrones/jefes y los empleados.
La presencia de Lula en el cargo político máximo de su país implicó un aparecer: del cuerpo popular, de la mirada de aquéllos sujetos que históricamente habían quedado por fuera del radar, del Brasil que no está en el retrato. Un cuerpo-pueblo que además vio. En el último debate televisivo, Lula le responde a otra candidata, que desacredita el relato del ex presidente respecto de cómo era ese país que él dejó tras su mandato:
A senhora diz que não viu o país que eu falei acontecer. O seu motorista viu, o seu jardineiro viu, a sua empregada doméstica viu. A sua empregada doméstica viu este País melhorar, viu que ela podia almoçar e jantar todo dia, viu que o filho dela podia entrar na universidade.
Este cambio de perspectiva puede pensarse como una “política de encuadre” que se aproxima a ese Otro, siempre pixelado o desdibujado (blurred), cuando no invisibilizado, desde otro ángulo.
Un ángulo que además recobra su propia capacidad de mirar. Un ángulo y una política que ya no es individual (un ego sum), sino de comunidad con el otro (ego cum). Un ángulo que lo hace aparecer. “No basta con ver de cerca el cuerpo del otro, hay que asumir el gesto de acercarse, como una manera de marcar en nuestro propio cuerpo de mirador el acto de reconocer al otro como tal. Para que el rostro aparezca como otro ante nosotros, no basta con captarlo: es preciso además que emerja, que ponga en cuestión la superficie misma y el espacio de la representación” (Didi-Huberman, 2017:75)
Lula en el poder es un recordatorio de la mirada obliterada del motorista, de la empleada doméstica, del jardinero, que vieron, porque fueron vistos. Se corrieron los límites de lo posible (que el pobre sea elegido, que entre en parte al “Brasil del retrato”). La política se volvió una herramienta óptica en la disputa por lo imaginable. Esa es la potencia de la campaña que encarna Lula.
II. Bolsonaro
El palimpsesto de tiempos en el caso de la apuesta comunicativa de Bolsonaro es potente, aunque “los fantasmas” a los que convoca remiten a una matriz tanática. En el binomio “vida-muerte” de la campaña electoral de 2022, a Bolsonaro le corresponde el segundo término. Esto se ve potenciado por la gestión de la pandemia en Brasil durante su mandato presidencial, y por el hecho mismo de que su elección en 2018 estuvo signada por un acto de violencia: el 6 de septiembre, un día antes de la conmemoración de la Independencia de Brasil de la corona portuguesa (el día 7), fue apuñalado. La fecha independentista marcará simbólicamente su gestión, siendo apropiada por sus seguidores, y tensionando la relación del pueblo con su propio relato nacional (oficial).
Es importante mencionar que la fecha del 7 de septiembre es fuertemente discutida en el país, dado que como propone Lilia Schwarcz, no solamente fue construida sobre un mito blanco colonial, sino que además ha sido resignificada durante el gobierno dictatorial brasileño. Fiesta cívica devenida en un festejo militarizado en tiempos bolsonaristas, el 7 de septiembre pone en evidencia un proceso tenso que el pueblo brasilero aún no desanida de su propia historia como nación independiente de la corona portuguesa. Schwarcz habla de estas “apropiaciones” antipopulares en términos de “secuestros”. La memoria del Brasil ha sido permanentemente secuestrada, y ese gesto emerge una vez más en el accionar político de Jair Bolsonaro.
Figura 13: ¿Qué gestos promueven las campañas? Bolsonaro y la apuesta a armarse, militarizarse. La L que vuelve a Lula como candidato y desde el sentimiento de “saudade” por su gestión política pasada.
Brasileiro tem memória curta?
“(…) la imbricación de la historia, la memoria y la justicia está en el centro de la vida colectiva. El historiador puede operar las distinciones necesarias, pero no puede negar esta imbricación; debe asumirla, con las contradicciones que de allí se derivan. En la intersección entre la historia y la memoria, está la política.” (Traverso, 2007:43)
En la actual batalla electoral brasileña, que tiene lugar en el año del Bicentenario por la Independencia, las imágenes funcionan como instrumentos de disputa, como ocurriera desde el propio “surgimiento” de la Nación. El caso de José da Silva Xavier, conocido como Tiradentes, es emblemático: independentista del Imperio portugués, inspirado por las ideas republicanas, fue colgado en la plaza pública como traidor al imperio, a modo de medida ejemplificadora para la población. Fue luego olvidado, hasta que, medio siglo después, cuando los republicanos necesitaron construir una figura heroica para su proyecto de República, Tiradentes fue “rememorado”: pasó de ser un héroe sin rostro, nacido en la colonia brasileña y ejecutado por el Imperio de Portugal; a formar parte de un diseño con fines republicanos, que lo asemejaba a la figura de un Cristo europeizado.
Sin embargo, la vida de este personaje está plagada de lagunas, y en cada época sus representaciones quedan sujetas a los juegos políticos. Así es como las imágenes devienen un palco privilegiado de la disputa por la memoria. Lo mismo acontece con las fechas históricas: el 21 de abril, que marca la ejecución de Tiradentes por parte del Imperio portugués, fue transformado en feriado por la República Velha (1889-1930), aunque por diversos motivos acabó siendo suprimida para evitar identificaciones partidarias.
Algo similar ocurre con la figura de Don Pedro I, emperador portugués, como parte de las ilustraciones independentistas, revisitadas continuamente en 2022. El bolsonarismo, en este escenario, juega un papel fundamental, ya que su propuesta confluye con las ideas monárquicas aún presentes en territorio brasileño.
Figuras 14 y 15. Izquierda: retrato de Joaquim José da Silva Xavier , realizado por el pintor Oscar Pereira da Silva en 1905. Derecha: pintura de José Wasth Rodrigues, de 1940, representando a Tiradentes como un alferes patriota.
Desde 1960, la Sociedade Brasileira de Defesa da Tradição, Família e Propriedade (TFP), actual Instituto Plinio Corrêa de Oliveira, es la principal institución defensora de la monarquía en Brasil, hoy abocada a evitar el riesgo del comunismo en el país,además de promover consignas conservadoras, en relación a la valorización de la familia y el catolicismo. De este modo, el antiguo Imperio es de interés para el bolsonarismo, y en simultáneo, los monarquistas contemporáneos se interesan en su proyecto político. Amparados en un ejercicio (polémico) de revisionismo histórico, estos actores simplificaron la Historia para dar sentido a sus propias narrativas. Jair Messias Bolsonaro emerge como actor político de relevancia en el año 2018, enmarcado también en esta disputa por los símbolos y las efemérides patrióticas, incluso siendo su propio cuerpo un elemento central: un día antes de la conmemoración de la Independencia de Brasil, celebrada el 7 de septiembre, fue apuñalado.
Este hecho, junto a la prisión de Lula, modificaron el rumbo de las elecciones de aquel año. El flamante presidente electo comenzó a utilizar las celebraciones del 7 de septiembre para movilizar a su base electoral, apoyándose en su propia supervivencia a la puñalada, reviviendo la tensión política creada durante su campaña. El 7 de septiembre no sólo celebra la independencia de Brasil, sino que también pasó a representar a los electores de Bolsonaro, que hacen uso de la fecha para salir a la calle en su defensa.
Abajo: Figuras 16 y 17: Tweets publicados por el diputado Eduardo Bolsonaro, hijo de Bolsonaro, sobre el papel cumplido por la princesa Isabel en la abolición de la esclavitud. Tal versión es cuestionada por la historiografía reciente, dado que la liberación de los esclavos fue un proceso largo, influenciado por una creciente presión internacional, así como por los diversos movimientos abolicionistas.
En este gesto de apropiación, se (re)crea una “vieja novedad” en la arena de la memoria brasilera, utilizando al 7 de septiembre como telón de fondo de una disputa ya conocida: quienes apoyan (un modelo político) y quienes no. Las movilizaciones de 2020 y 2021 especialmente tuvieron una connotación dramática, mientras el país lidiaba con la pandemia de la COVID-19, menospreciada por el presidente Bolsonaro, quien además amenazaba con romper la democracia brasileña.
Pero una celebración unificada ya se había vuelto imposible, y el embate cobró forma a partir de un símbolo popular: la camiseta de la selección nacional de fútbol. Quedaron a un lado quienes vestían la camiseta y exhibían la bandera nacional, como simpatizantes de Bolsonaro; y por el otro, los que utilizaban la camiseta roja, en clara oposición a los símbolos nacionales transfigurados por el bolsonarismo.Ya en las vísperas de la Copa del Mundo de 2014 celebrada en un país polarizado, la camiseta de la selección brasileña era vestida por quienes se presentaban como patriotas y se posicionaban en contra del gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016), quien sufriría luego el impeachment, entendido como un golpe constitucional.
En la votación del impeachment, un hasta entonces poco conocido diputado, Jair Messias Bolsonaro, tiene su primera aparición nacional relevante. Al votar favorablemente, afirmó:
“Perderam em 64. Perderam agora em 2016. (…) Contra o comunismo, pela nossa liberdade! Contra o Foro de São Paulo, pela memória do coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, o pavor de Dilma Rousseff. Pelo exército de Caxias, pelas nossas Forças Armadas. Por um Brasil acima de todos e Deus acima de tudo, o meu voto é sim”.
Bolsonaro rememora con afecto al coronel Brilhante Ustra, condenado por cargos de tortura y secuestro durante la última dictadura (1964-1985) y autor del libro A verdade sufocada – A história que a esquerda não quer que o Brasil conheça (2006), en el que narraba su versión respecto del proceso dictatorial. Dentro de las disputas en torno a la memoria, Ustra y Bolsonaro repiten en el presente lo que militares perpetradores del golpe y los monarquistas actuales sostienen: que Brasil precisa ser salvado del comunismo, al mismo tiempo que deben rescatarse los valores tradicionales ligados a Dios y a la Familia.
Figuras 18 y 19. Izquierda: manifestación pro-Bolsonaro, el 7 de septiembre de 2021 en la Avenida Paulista (São Paulo). Derecha: el Grito dos Excluídos, tradicional protesta contra las desigualdades, realizada en la misma fecha, en Vale do Anhangabaú (SP)
La proximidad del discurso bolsonarista a la monarquía no es ingenua, ya que desde una propuesta historiográfica anticuada, buscan instalar la idea de que Brasil fue construido por europeos blancos, cuyo protagonismo en la historia nacional debería ser reconocido. La propia “fundación” del país se vuelve un conflicto en el relato histórico de Brasil. Sin embargo, mientras la disputa exista, existirán entonces otras memorias a ser contadas. Por ejemplo, las independencias de los pueblos indígenas, que siguen sobreviviendo en los territorios ocupados por los portugueses y luchando por ocupar un lugar a su vez en el relato nacional, en la Historia. En este sentido, como afirma la historiadora Juciene Apolinário (2022), el 7 de septiembre no representa la independencia, sino una fecha para resignificar el protagonismo histórico de los pueblos indígenas antes y durante la ocupación de la corona portuguesa en el territorio que les perteneciera.
Lo mismo ocurre con la participación de la población negra en los conflictos de la independencia, que buscaba además abolir la esclavitud. Esta participación es comúnmente olvidada en las versiones históricas coloniales. Con el objetivo de escribir estas “historias olvidadas” emergieron colectivos como la Red de Historiadoras e Historiadores Negros, que buscan construir una nueva historiografía, recuperando a quienes fueron oprimidos y (casi) borrados del relato historigoráfico hegemónico, de origen colonial. De este modo, podría barrerse la Historia a contrapelo, siguiendo la tesis benjaminiana, para plantear una pregunta aún irresuelta en la historia de Brasil: ¿cómo pensar una nación?Los intentos recientes de estos historiadores son además un compromiso, que podría cambiar la manera en que el pueblo brasileño se relaciona con su propia subjetividad y con el hacer político (incluso, en su faceta tradicional o profesional). Repensar la historia es un acto de hacerla.
La gesta de los machos blancos
La apuesta necropolítica de Bolsonaro se encarna literalmente en un gesto reciente: la llegada del corazón del emperador Don Pedro I por los 200 años de la independencia. Aquí también se abre una puerta a tiempos pasados. No solamente por hacer presente en un país republicano una figura imperial; sino por el guiño que esto supone a la dictadura militar.
En 1972, el cuerpo del emperador había sido traído a Sao Paulo, por los 150 años del aniversario de la independencia. A esto se le suma la defensa de figuras de la dictadura, como hizo Bolsonaro durante el impeachment a Dilma. La configuración de esta matriz tanática y fantasmal acompañó el gobierno de Bolsonaro y cobra una mayor potencia en tiempos de campaña.
Si Pedro I es la primacía del hombre blanco en un país plurinacional y multiétnico, Bolsonaro no sólo apuntala este dominio, sino que además le suma el de patriarca, que somete no sólo a un pueblo -al que insta a armarse y militarizarse-, sino también a la mujer. Esto merece una especial atención. Bolsonaro ha hecho cientos de declaraciones misóginas, incluso en el último debate presidencial, preguntando a periodistas mujeres su estado civil o sus sentires amorosos (¿usted está casada? ¿usted está enamorada de mí que no deja de criticarme?). En el discurso del 7 de septiembre de 2022, durante el acto conmemorativo, se autoproclamó como imbrochável, un término que alude al desempeño sexual, luego de besar frente a una multitud a su esposa. La celebración de la independencia queda atrapada entre el corazón en formol de un emperador portugués y la alusión fálica del presidente.
Figura 20: Llega el corazón embalsamado de Pedro I a Brasil. La iconografía de la fecha del 7 de septiembre es un elemento central en la política de Bolsonaro, así como su identificación con la figura del emperador y el régimen monárquico. Tras la muerte de Isabel II de Inglaterra, sin ir más lejos, el presidente de Brasil decretó tres días de duelo y publicó en su cuenta de Twitter: “Rainha Elizabeth II mostra por que não foi apenas a Rainha dos britânicos, mas uma rainha para todos nós.”
La configuración de esta matriz tanática y fantasmal acompañó el gobierno de Bolsonaro y cobra una mayor potencia en tiempos de campaña. Si Pedro I es la primacía del hombre blanco en un país plurinacional y multiétnico, Bolsonaro no sólo apuntala este dominio, sino que además le suma el de patriarca, que somete no sólo a un pueblo -al que insta a armarse y militarizarse-, sino también a la mujer. Esto merece una especial atención. Bolsonaro ha hecho cientos de declaraciones misóginas, incluso en el último debate presidencial, preguntando a periodistas mujeres su estado civil o sus sentires amorosos (¿usted está casada? ¿usted está enamorada de mí que no deja de criticarme?). En el discurso del 7 de septiembre de 2022, durante el acto conmemorativo, se autoproclamó como imbrochável, un término que alude al desempeño sexual, luego de besar frente a una multitud a su esposa. La celebración de la independencia queda atrapada entre el corazón en formol de un emperador portugués y la alusión fálica del presidente. También en este gesto machista tiene que leerse la política bolsonarista, sumada a otras imaginerías que apuntalan una visión hegemónica de la masculinidad.
Por ejemplo, las recorridas en motocicleta que Bolsonaro realiza por distintas ciudades de Brasil, junto a otros hombres blancos, bajo el lema de “Acelera para Cristo”. O la exacerbación de la portación de armas, incluso entre niños (“Você sabe atirar?”). La campaña de Bolsonaro es ante todo una proclama de hombres blancos, de machos blancos, por encima de todos, con sus armas, sus motos, sus caballos, su Dios. Ya sea en la antigua (y resucitada) figura de un emperador y un monarca en los trópicos, al decir de Schwarcz; ya sea en la figura del imbrochável presidente de un país que está pujando por ver qué hace con su historia nacional y con la huella de los olvidados. La campaña de Bolsonaro es ante todo una proclama de hombres blancos, de machos blancos, por encima de todos, con sus armas, sus motos, sus caballos, su Dios. Ya sea en la antigua (y resucitada) figura de un emperador y un monarca en los trópicos, al decir de Schwarcz (2020); ya sea en la figura del imbrochável presidente de un país que está pujando por ver qué hace con su historia nacional y con la huella de los olvidados.
Figuras 21 y 22: Actos en los que Bolsonaro participa como presidente. Arriba: Día de las infancias, Bolsonaro realiza un discurso en el que promueve que la población pueda portar sus propias armas. «Eu tô com quase 70 anos. Quando era pequeno eu brincava com isso, com arma, com flecha, com estilingue. Assim foi criada a minha geração e crescemos homens sadios e fortes e respeitadores. Meu cumprimento aos pais desse garoto por estarem prestando exemplo aqui de civilidade, de patriotismo e de respeito. Obrigado Polícia Militar de Minas Gerais». Abajo: Acelera para Cristo. El presidente fue acompañado por cerca de 12 mil motociclistas (2021).
Palabras finales: la memoria arde
El pasado 7 de septiembre hubo manifestaciones en Brasil, a favor de Bolsonaro pero también como parte de un proceso revisionista de “la independencia”. ¿De qué independencias se puede hablar en este país? La campaña electoral enmarca la contienda, pero lo que se disputa en estos vertiginosos meses es la propia historia brasileña y el derecho de los pueblos a escribir sus memorias. Las imágenes son vehículos culturales claves para entender los fenómenos políticos, y el relato de la construcción nacional de un país como Brasil emerge como un laboratorio visual privilegiado para pensar las luchas internas, hace 200 años y ahora también. En ellas también la memoria arde. En este escrito recorrimos las imaginerías en juego, sus fantasmas y anacronismos, como un montaje de tiempos heterogéneos que permite “[…] hacer visibles los restos que sobrevivieron, los encuentros de temporalidades contradictorias que afectan a cada objeto, a cada acontecimiento, a cada persona ,cada gesto.”(Didi-Huberman, 2012:21).
La campaña electoral es un solapamiento de gestos y tiempos, algunos muy antiguos. El corazón y la “L” de Lula se opone al dedo que apunta como si fuera un arma de Bolsonaro. El llanto conmovido, al avasallamiento del cuerpo de las mujeres -en el cuerpo propio de la primera dama-. El hombre que es abrazado -tocado y tocante- por el pueblo que lo sigue tiene en frente a un hombre que monta a caballo, que mira desde arriba, a la usanza de la iconografía militarista,ese espíritu que Bolsonaro convoca permanentemente. La mano incompleta que refleja un pasado de obrero se contrapone a un corazón embalsamado de un emperador extemporáneo y aún así vigente. Nada aquí es ingenuo. La política se construye también con gestos y emociones, y no hay mejor espacio para pensar ambas que en el campo de la imagen, que al igual que la memoria, también arde.
Figura 23: Izquierda: Lula, en un acto de campaña en Mina Gerais. Derecha: Bolsonaro, durante la celebración del 7 de septiembre último, demostrando que él es imbrochável. Dos besos muy distintos.
Referencias
Bredekamp, Horst. Teoría del acto icónico. Buenos Aires: Akal, 2017.
Didi-Huberman, Georges. Arde la imagen. Serieve 6. Ediciones VE, 2012.
———. Pueblos expuestos, pueblos figurantes. Buenos Aires: Manantial, 2014.
———. ¡Qué emoción! ¿Qué emoción? El maestro ignorante. Buenos Aires: Capital Intelectual, 2016.
Gutiérrez De Angelis, Marina. «Tocar». E-imagen Revista 2.0, 2018. https://www.e-imagen.net/lula/.